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El cumplimiento de la Ley

Sería bueno que la jerarquía de la Iglesia Católica empezara a entender que las mujeres tenemos alma.

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Habla el señor Cañizares como si el cumplimiento de las leyes fuera voluntario, y  recomienda no cumplir con ninguna de esas perniciosas leyes de género, por tratarse la ideología de género de un pensamiento que "destruye, la ideología más insidiosa y destructora de la humanidad de toda la historia, que es la ideología de género, que tratan de imponernos poderes mundiales más o menos solapadamente con legislaciones inicuas, que no hay que obedecer".

No especifica, porque seguramente no conoce el contenido de esas leyes, qué es exactamente lo que hay que desobedecer, si no contratar a mujeres embarazadas, o pegar a las mujeres con impunidad, o solamente ignorarlas durante otros veinte siglos de civilización, dando por sentado que la ideología de género, concepto que tampoco aclara, es la fuente de todas las maldades de la tierra.

La obstinación con que determinados grupos de presión abordan la igualdad de género, no se puede comprender fácilmente, si se tiene en cuenta que la igualdad representa, junto con la libertad y la justicia, el valor constitucional que permite el desarrollo de la convivencia pacífica. Y son justamente las religiones, las que están intentando retrasar ese proceso histórico por el que las mujeres intentan construirse como sujetos históricos de su propia existencia.

No sé exactamente que habría ocurrido si en lugar de decir esto un representante de la Iglesia Católica, lo hubiera dicho el de otra religión, como la musulmana. Algo parecido a estas declaraciones, dichas hace algunos años por un imán en un pueblo de la Costa del Sol, le valió una condena por los tribunales, con la pena accesoria de rehabilitación, por la que fue obligado a tomar clases de igualdad de género. Quizás sería bueno que la jerarquía de la Iglesia Católica, empezara a entender que las mujeres tenemos alma. Su postura, cerril contra la igualdad de los derechos de las mujeres, no solamente deja en entredicho a la jerarquía eclesiástica, sino a todas las personas que comparten legítimamente esas creencias, y se ven compelidos a tener que defenderlas.

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