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La lenta agonía del cacique y los estertores del Chavismo

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Las informaciones que el periódico El Mundo están desvelando sobre el caso Chaves o la irregular concesión de más de 10 millones de euros a la empresa de la que es apoderada su hija Paula, han evidenciado el fin del último de los caciques andaluces.

Llamar cacique a Chaves podría pensarse que es un anacronismo, pero su régimen clientelar destila paralelismos y similitudes tan exactas, que recogen todas las definiciones que aparecen en los diccionarios.
El término cacique va referido siempre a la persona o "autoridad máxima" que "ejerce un poder abusivo o excesiva influencia", utilizada de "forma abusiva" en la "política o administración" de un pueblo.
Una forma de gobierno, el caciquismo, que tuvo su máxima expresión a finales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, pero que se ha reeditado en la Andalucía de los últimos 20 años. Entonces, y ahora, el control político y administrativo se hacía con los caciques locales y los gobernadores, en un tipo de gobierno tutelado de arriba hacia abajo, que incluso fue calcado durante la dictadura de Franco.


Ahora son los tándemes delegados de la Junta y ejecutivas provinciales, quienes trasladan las consignas emanadas de Sevilla, y éstas de las de Madrid.

El último ejemplo de caciquismo político en Andalucía, el régimen clientelar de Chaves, está viviendo sus últimos coletazos. Puede aducirse que hemos asistido a un sistema democrático; es cierto, ya que no le ha faltado el barniz electoral, pues cada cuatro años hemos tenido la opción de cambiar de gobierno. Incluso ha estado gobernando sin contar con mayoría absoluta. Pero eso no deja de empañar la cruda realidad de una omnipresencia de las instancias políticas en todos los vericuetos de la sociedad, que se ha agudizado durante el último quinquenio.

Una espiral de autocracia e intrusismo sobre todos los resortes del poder, que se ha visto bruscamente trastocada y descabezada por la decisión de Rodríguez Zapatero de acabar con los reinos de taifas de los "barones" del PSOE y que la puntilla sobrevenida por el caso Matsa ha precipitado. Hemos podido asistir, incrédulos, a la soledad del dictador y los estertores de su agonía, que tan bien describió Gabriel García Márquez en "El otoño del patriarca".

La coyuntura política por la que atraviesa el chavismo (y su acólito Zarrías), era impensable hace medio año. El cacique ya no tiene posibilidad de retorno. Ha perdido la impunidad en su cacicato. En Madrid tiene los días contados. No llegará, previsiblemente, a la presidencia española de la Unión Europea, dentro de seis meses, porque Zapatero no puede permitirse mantenerlo como vicepresidente tras las revelaciones relacionadas con la adjudicación de más de 10 millones de euros a la empresa de la que se hija es la apoderada y firmante de la recepción de las ayudas, que él mismo le concedió sin ausentarse del Consejo de Gobierno.
No deja de ser curioso que la falta de impunidad sea filtrada hasta con error gramatical incluido (hayan por hallan).

Pero lo grave no es el error de ausentarse en una subvención. Es que previamente el papá había modificado una norma andaluza para que Matsa pudiera acogerse a las subvenciones, negadas por el ministerio de Industria, e incluso ampliar la cuantía inicialmente solicitada, en la que no consta ni la firma de la peticionaria.

Que la hija solicite y el padre apruebe en el Consejo de Gobierno y el BOJA, sólo evidencia la impunidad con que se actuaba en los entresijos del sistema caciquil, que creíamos desterrado de Andalucía desde el siglo pasado.
Por otra parte, es lamentable y bochornoso que no se abra en el Parlamento una comisión de investigación. Deja en evidencia la utilización de la máxima expresión de la voluntad popular que realiza el partido gobernante en Andalucía, el PSOE, que se ha opuesto sistemáticamente a las comisiones de investigación en el Parlamento de Andalucía desde mediados de los noventa. Recordemos que en aquella ocasión se trataba de debatir la condonación de un préstamo a Chaves, y que se vio truncada con el adelanto de las elecciones.

Pero no deja de dar la impresión que Griñán prefiere alejarse del tufo del Chavismo, guardando las formas y el silencio, pero empujando a éste hacia el abismo. Desvía la atención y le sirve de colchón salvavidas, aunque sea temporalmente. Sabe que debe distanciarse de los modos del régimen.

No me queda duda que la próxima remodelación ministerial será el fin político de Chaves. Y el cierre, esperemos que no en falso, de una nueva forma de caciquismo en Andalucía.

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