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La salita de Moy

Tres puntos para coser la unidad de la ciudad

Resaca de derbi. Guasa en Sevilla. Lo que toca. Unos, inmensamente felices y lanzando dardos a la diana, con escaso margen de error...

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Resaca de derbi. Guasa en Sevilla. Lo que toca. Unos, inmensamente felices y lanzando dardos a la diana, con escaso margen de error. Otros, de capa caída, inundados en la tristeza y soportando la puntería de los dardos envenenados del vecino. Es la ley de la ciudad de Sevilla, que por suerte impera y se practica cada año cuando la pelotita echa a rodar. Así que pasa, amigo, que aunque hoy la salita no rebose en alegría, producto del derrotismo, sí que quiero compartir contigo lo mucho y bueno que nos ofrecen estos 90 minutos repletos de pasiones.

Y ganó el Betis. Y ganó y bien. Haciendo ‘pupa’ en el costado del eterno rival. Alzando la mano y saludando con una manita de goles que dejó en evidencia la cuestionada estructura de este nuevo Sevilla. Ay, Monchi... Pero más allá de las pizarras de los entrenadores, de la eficacia de las delanteras y del desacierto  de las defensas, hoy quisiera resaltar el valor de tres puntos que, en ocasiones sin darnos cuenta, suman para todos. Y es que esos tres puntos valen más que una simple victoria. Es más importante que una puntuación y posición clasificatoria. Estos tres puntos son como los hilos que cosen las heridas cuando peor pinta tiene. Pero me atrevería a decir que esa herida que termina por curarse alivia tanto a béticos como a sevillistas.

Estos puntos aúnan pasiones y fortalecen el sentir por nuestra tierra. Unen lazos en la fraternidad, en la amistad, en el compañerismo laboral y el amor familiar. Discrepan pero hacen sentirnos orgullosos de lo que somos y de donde somos. Es nuestro derbi, el de nuestros abuelos, el de nuestros sufridores padres. El mismo que hoy nos alegra por el simple motivo de vivirlos año a año. Y claro, unos pierden y otros ganan. Es el juego del fútbol. Pero si este partido sirve como fuente de alianza, sin perder la esencia de los piques sanos, seguro que merecerá la pena incluso salir derrotado, al menos una vez cada diez años.

Y que no nos engañen. Veinte niñatos no representan a un colorido derbi, ni las ‘guantás’ son el reflejo de nuestros sentimientos. La violencia quede para los cobardes. Mientras, yo brindaré y celebraré la felicidad de mi amigo, vecino o primo, aunque por unos días me toque recibir la misma medicina que les vine recetando durante estos últimos años.  

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