Injerencias

Publicado: 12/10/2009
Desde que el mundo es mundo, siempre ha existido un elemento que en la mayoría de los casos -no se debe absolutizar- actuó como mecanismo distorsionador.
Desde que el mundo es mundo, siempre ha existido un elemento que en la mayoría de los casos -no se debe absolutizar- actuó como mecanismo distorsionador. La injerencia produjo desencuentros personales en el amor, la amistad, el trabajo y otros muchos campos más.


Pocos son los ámbitos donde no se produjeron rupturas, o en el mejor de los casos, no se encendió la llama de la discordia que nos lleva a la enemistad. Injerirse en asuntos que no son de nuestra incumbencia -nivel personal- y de nuestra competencia -demás niveles-, se ha convertido en deporte nacional donde algunos y algunas son auténticos y autenticas plusmarquistas.

Quienes así actúan denotan una clara incapacidad que nos lleve al dialogo y posterior consenso, como vehículo canalizador de las legitimas aspiraciones; individuales, colectivas, institucionales o de cualquier otra índole.

El otro día me encontré con mi amigo Pepe, recuerdan, aquel que tenía una empresa que se asoció con otras personas y que tuvo mil y un problemas. Hacía meses que no le veía. Está que trina. Resulta que ahora, uno de sus socios -amigo de toda la vida que vive y lleva la empresa en Cádiz- y que se suponía tenia los mismos intereses que él -como diría un castizo- se ha pasado.

Parece, según me cuenta, se ha enfadado porque mi amigo ha salido a defender a su empresa con unos proveedores que le han retirado su confianza, entendiendo este que se ha injerido en asuntos de su competencia.

Cuestión en la que mi amigo no está en absoluto de acuerdo por mucho que su socio diga que trabaja a nivel provincial, pues como él bien dice, la empresa es de todos los socios y sus potenciales clientes “vengan de donde vengan y vayan a donde vayan”, aportan riqueza a nuestra empresa, en la que todos se supone tienen los mismos intereses.

Ustedes ya saben que mi amigo es buena gente y no le importa que otros se pongan la medalla, pero lo que no soporta ni admite es que se le critique por haber defendido los intereses colectivos de todos los socios. Como él suele repetir, “cuando nos va bien es para todos y cuando nos va mal también”. Lo que no puede ser -me sigue contando- es que su socio de Cádiz intente ponerle chinitas en el camino, entendiendo que si le va mal a mi amigo a él le va a ir mejor.

Craso error -me comenta mi amigo con evidente crispación-, si los intereses son comunes -cuestión que empieza a dudar- no debería importarle que las gestiones que él pueda realizar en pos de la buena marcha del negocio colisionen con las que él está también realizando, antes al contrario, siempre suman y nunca van a ir en perjuicio de nadie y menos de la empresa, a menos que el tenga otros intereses. Para terminar, me comenta que incluso su socio de Cádiz está poniendo en su contra a otros socios suyos que gozaban de toda su confianza, prometiéndoles el oro y el moro, a los que según me dice, dejara tirado a posteriori. En fin, mi amigo Pepe se marchó, no sin antes decirme que su socio de Cádiz lo tiene claro si piensa que va a tirar la toalla. Y ahí doy fe, porque él se engrandece ante la dificultad.

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