Hace ya muchos años, cuando los curas llevaban sotana larga y el caudillo invicto inauguraba pantanos, en Estepona se hacia un programa de radio llamado “El barco de la Esperanza”. El objetivo era recaudar fondos para fletar un barco lleno de alimentos, medicinas y útiles de primera necesidad con destino a un país allende los mares que quién me contó esta historia ya no recordaba. Eran años difíciles, el dinero y la esperanza se perdieron y, como decían los ancianos a sus nietos, el barco se hundió.
Hace cosa de año y medio, tras la operación Astapa y la constatación de que quienes hicieron la denuncia fueron David Valadez y Cristina Rodríguez, algunos viejos militantes socialistas que no comulgaban con sus antiguos líderes, vieron en los denunciantes su particular barco de la esperanza. Hoy, tras los sucesos de la mañana del viernes, a estos viejos militantes se les ha vuelto a hundir el barco y han visto desaparecer la esperanza.
Es curioso como distintas personas, con distinta formación, procedentes de distintas familias y en principio tan lejanas en su concepción de la vida, caen en los mismos errores. La destitución encubierta del Tesorero Municipal, mi amigo Félix, no es más que la culminación de los síntomas que Valadez venía mostrando en sus ya largos últimos meses de mandato. Una pérdida absoluta de su Norte político, si alguna vez lo tuvo, obligado probablemente por un equipo nefasto que necesita a toda costa que su líder se mantenga. Porque el día que Valadez caiga, quienes le rodean volverán a ser los oscuros, inútiles y siniestros personajes que fueron en su anterior vida profesional. El iceberg de este triste barco de la esperanza puede asomar por múltiples lados. Desde la decepción que ha supuesto su falta de juicio y sus mentiras a los profesionales de la información que hasta ahora creían en su historia de honradez y decencia, hasta los tambores de guerra que se vienen escuchando las últimas semanas en materia de disciplina urbanística o la responsabilidad compartida como portavoz del grupo municipal socialista en el caso Astapa. Con todo, lo triste y lamentable es la constatación de que, una vez más, tenemos un máximo dirigente sin criterio, sin principios y sin sentido ético. Todo lo que Valadez ha hablado, criticado y denostado se le ha vuelto en contra a la primera dificultad. Ha demostrado una absoluta precariedad como gestor y se ha entregado en manos de sus paniaguados, tristes palmeros de una precariedad manifiesta.
Félix Domínguez, recuerdo, es el mismo funcionario al que acudía Valadez en busca de información de los desmanes de su antecesor. A quién pedía los papeles que su propio grupo le negaba porque no se fiaban de él. El mismo que denunció adjudicaciones dudosas, convenios poco claros, cuotas de urbanización que se intentaban cobrar por órganos no autorizados o proyectos de reparcelación en los que se beneficiaba a determinados particulares en detrimento del propio Ayuntamiento. El mismo al que le pedía papeles para que quien hoy hace sordina, hiciera de altavoz. Y ha reaccionado igual que el otro. Mandando a la policía para desalojarlo de su lugar de trabajo. Es probable que no sepa, su ignorancia no se lo permite, hasta qué punto es grave su error. No ya únicamente desde el punto de vista jurídico, que también, sino del mediático. Ha dejado de ser ejemplo de nada y para nadie, si alguna vez de verdad, a solas, creyó serlo, para convertirse en un dictadorzuelo más de pueblo que se cree protegido por alguna extraña capa de impunidad. Que equivocado está, todos han podido comprobarlo. La Ley para él solo es una voz del diccionario. No cree en ella como no cree en el respeto, en el Derecho o en la Constitución, que celebra dos días antes para quitarse de enmedio.
No voy a extenderme mucho más. El hundimiento es irremediable y sólo cuestión de tiempo, de poco tiempo. Y de eso, a falta de dinero, nos sobra para esperar verlo pasar. Entre amigos, como corresponde a gente cabal. Claro que de eso él no entiende. De lo otro sí.