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Panadero, taxista... la historia del vecino de Zahara que vislumbró su potencial turístico

Antonio Mota nos cuenta sus orígenes, de la panadería familiar a la construcción del emblemático Restaurante Hotel Antonio en Zahara de los Atunes

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  • Antonio Mota en su restaurante en Zahara de los Atunes.
  • "Lo que más trabajábamos era el atún. El mormo y contramormo. Era casi de contrabando porque casi todo se lo llevaban los japoneses"
  • "Unas navidades llegaron dos matrimonios de alemanes y se alojaron en ellas y comían en el restaurante. Me di cuenta que era rentable"
  • Y aunque ya hay cadenas hoteleras en la zona, el Hotel Restaurante Antonio mantiene algo que no tiene precio: su esencia familiar

“Y en esas largas horas de taxi pensaba y pensaba solo y hablaba solo, rumiaba proyectos buscando alternativas a mi vida, no por desgraciada, sino por ilusionantes, por novedosas…”, explicaba Antonio Mota en el libro ‘Reflejos en el atardecer de una vida’ de Francisco Ruiz Herrera.

Son mis hijos (los tres trabajan aquí, cada uno con su parcela) quienes llevan el negocio y lo hacen perfectamente. Yo estoy porque tengo que estar, porque esta es mi vida. No me voy a ir ahora a los bares a tomas copas (risas)”, pero “antes echaba 16 y 17 horas al día. Yo abría y cerraba

Quedo con Antonio Mota en su restaurante. El motivo, el premio otorgado por la Diputación Provincial el Día Internacional del Turismo por su labor de prestigiar la provincia de Cádiz como destino.

El restaurante y sus dos hoteles, uno de dos estrellas y otro de cuatro, ocupan una enorme parcela en el margen derecho de la carretera que va desde Zahara hasta Atlanterra, cerca del cuartel de la Guardia Civil, con vistas exclusivas y casi oníricas a la playa del Cabo de la Playa. Es octubre y aunque aún quedan turistas pululando por la zona, nada tiene que ver con el bullicio y ajetreo del verano, donde Zahara de los Atunes reina y brilla entre todos los municipios costeros de la provincia gaditana.

“Mis padres eran panaderos. La panadería estaba junto al Palacio de las Pilas. Y al regresar del servicio militar entré a trabajar en la panadería. Al ser huérfano de madre no me quedaba más remedio”, relata Antonio Mota, que desde el comienzo denota una memoria prodigiosa capaz de albergar una vida centrada en el trabajo, el esfuerzo y unos soliloquios a través de los cuales diseñó su destino.

Antonio Mota en su restaurante en Zahara de los Atunes.

Un destino forjado paso a paso, creando su propia huella por caminos que nadie antes había transitado. Él creó su camino. “Como la panadería no daba, adquirimos una furgoneta y comenzamos a llevar pan a Barbate, y luego ampliamos las rutas a Tarifa y sobre todo a Algeciras, a los barcos, porque nuestro pan era íntegro y era más duradero, lo que les venía muy bien para las largas jornadas en alta mar”.

Su contacto con la hostelería

Más tarde, “dejé la panadería a mis hermanos y  me centré un construir un restaurante en Zahara, en un terreno que era de mi mujer y de su hermana. Llegamos a un acuerdo e hicimos el local para alquilárselo a un vecino de Tarifa al que llevábamos el pan y que tenía mucha experiencia en el sector”. Ese fue su primer contacto con la hostelería, aunque fuese a través de una tercera persona.

Por aquel entonces, “ya era taxista, mientras que mi cuñado era mecánico de barco. Y con esos ingresos más el alquiler del local pagábamos el préstamo que tuvimos que pedir para construir el restaurante”.

Aunque era taxista, casi nunca estaba en la parada porque “yo tenía mi cartera de clientes sobre todo de alemanes que tenían casa en Atlanterra”, y entre idas y venidas, pasaba por la parcela en la que años después construiría su destino.

La de Mota fue la primera licencia de Taxi que hubo en Zahara, en unos tiempos en los que era normal la existencia de furgonetas clandestinas para llevar y traer a los marineros desde Barbate “cuando no había ni puente”.

Pero vayamos por partes. “Cuando vi cómo funcionaba el restaurante (que había alquilado), me dije que yo era capaz de hacerlo también, por lo que arrendé el Cortijo de la Plata durante tres años”. Esa fue su segunda experiencia en el mundo de la hostelería y la restauración, esta vez en primera persona

Al cumplir el contrato “me vine otra vez al taxi pero ya con la idea de montar un restaurante por esta zona”. Una zona que conocía bastante bien, como taxista y porque durante sus tres años al frente del Cortijo de la Plata, recorría la carretera prácticamente cada día.

Llegó un día en que le obligaron a estar en la parada de la Plaza Tamarón. Y fue en uno de esos días cuando junto a la misma “había un señor allí que tenía varios terrenos entre Zahara y Atlanterra. Me acerqué para preguntarle si tenía una parcela que me pudiese vender. Me dijo que su hermano Domingo Trujillo (que en paz descanse) tenía una que podía interesarme, así que fuimos a verla”.

“Le conté a Domingo que dejé el restaurante del Cortijo de la Plata y cuál era mi proyecto, por si podía venderme aunque fuese mil metros. Le dije que me gustaba un terreno donde se iba a hacer un camping y que ya tenía obra hecha, con lo que yo podía reformarla”, recuerda Mota para añadir que “como no tenía un duro, le expliqué  que no le iba a discutir el precio  y que  solo quería que me diese facilidades en el pago. Y así fue. Acordamos el precio por metro cuadrado. ¿La forma de pago? Pues como yo pudiese… A este señor, Domingo Trujillo le tengo que agradecer su ayuda para comenzar mi proyecto”.

Antonio Mota en su restaurante en Zahara de los Atunes.

Y claro, hablamos de ese tipo de tratos, “que se han perdido”, en los que la confianza mutua era fundamental. Trujillo conocía la capacidad de trabajo y la honradez de Antonio Mota, con lo cual con un apretón de manos ya era “suficiente” aval.

Como ha mencionado, en la parcela había ya una obra, con una cocina, un bar, una terraza de cañas y dos habitaciones sin terminar. “Hicimos la reforma y terminamos también las dos habitaciones con la intención de quedarnos o bien nosotros, o bien los empleados”.

Llegaron los primeros huéspedes

Una intención que cambió cuando “unas navidades llegaron dos matrimonios de alemanes y se alojaron en ellas y comían en el restaurante. Me di cuenta que era rentable. Pedí permiso para construir cuatro habitaciones más. Luego doce más y así sucesivamente hasta llegar donde estamos, con sesenta habitaciones y el restaurante, que funciona bastante bien desde el primer día”.

En ese proceso de ampliación adquirió a otro de los hermanos Trujillo una parcela anexa al restaurante, donde hoy se ubica la piscina y la zona Chill Out, y más tarde también la parte trasera donde en 1998, construyó el hotel de cuatro estrellas.

Si algo se puede extraer de esta conversación es que Antonio Mota lleva trabajando “toda la vida. Empecé como panadero. Luego taxista. Fui alcalde de Zahara entre 1970 y 1978. También concejal de Turismo en Barbate. Luego restaurador en el Cortijo de la Plata, labor de compaginaba con el taxi… No he parado. El taxi lo dejé cuando construí este restaurante. Fue entonces cuando contraté a un conductor que ha estado conmigo treinta y tantos años”.

Una zona con mucho potencial

 Nació el 1941, con lo que Antonio Mota ha visto y ha vivido de primera mano el desarrollo turístico de Zahara de los Atunes, hoy todo un referente nacional del sector. De hecho, en 1981, cuando abrió el restaurante Antonio, en la localidad solo estaba el que ya había construido y alquilado (y luego vendido para invertirlo en su proyecto), el Cortijo de la Plata (un restaurante y un hotel de catorce habitaciones), un hostal (donde se ubica ahora el restaurante La Parda del Sur) y poco más. “La clientela del restaurante era gente de la zona”, aún así “gracias a mi experiencia en el taxi y en el sector de la restauración, me di cuenta del potencial de esta zona”.

De hecho, desde que abrió las puertas su restaurante, “lo que más trabajábamos era el atún. Sobre todo el mormo y contramormo. Era casi de contrabando porque casi todo se lo llevaban los japoneses. Dejaban nada más que la cabeza. Y eso me lo vendían clandestinamente. Así vendía atún a la plancha, el pez limón… todo a la plancha y frito. Así empezamos”. Un restaurante en el que Joaquín Olmedo, al que contrató, recién llegado de la Escuela de Hostelería, en el Cortijo de la Plata, ha sido, junto a Lola, la esposa, ya fallecida, de Antonio, una pieza fundamental desde 1978 hasta hace prácticamente un año, cuando se ha jubilado tras 43 años como Jefe de Cocina.

Una de sus grandes virtudes es la capacidad de adaptación y de evolución, lo que se refleja en la propia carta del Restaurante Antonio, considerado hoy día como uno de los mejores de la provincia. “La hemos ido renovando y en esa renovación han influido también mis hijos”.

Antonio Mota en su restaurante en Zahara de los Atunes.

En verano cuenta con 62 empleados, “que ya es una buena nómina aunque algunas personas aún no lo tienen en consideración”. Y es que, tal y como confiesa no sin cierta emoción, “yo he tenido muy poca ayuda porque estaba en terreno de nadie. Tarifa está a 40 kilómetros y aunque esto sea parte de su término municipal, aquí no venían para nada, mientras que Barbate miraba a Zahara”.

El turismo, un gran motor

“Yo veía prosperar a Zahara pero lentamente. Esto era un camino hacia Atlanterra que no estaba ni asfaltado. De hecho, cuando terminé la mili trabajé también con los alemanes con un tractor para hacer esta carretera. Yo no había cogido un tractor en mi vida. Corrí muchos riesgos. Era peligroso. No se podía bajar de la gran cantidad de piedras que había, con zonas tan estrechas como la del búnker en las que apenas podían pasar los borricos. De hecho una vez volqué cuesta abajo con ocho mil kilos de piedra. Me libré por poco, pero mi padre se enteró y me dijo que ya no volvía más allí. Gané en cuarenta días, seis mil pesetas y se las di a mi padre que andaba arruinado por culpa de dos personas por las que él hizo mucho. Dos personas que ni las nombro, solo nombro a las que me han ayudado. A las que me han hecho daño no, y han sido unas cuantas porque la envidia es muy mala”, relata evidenciando nuevamente su prodigiosa memoria y su no menos prodigiosa vida.

Y es que Antonio Mota ha llegado donde ha llegado gracias a su esfuerzo y su capacidad de trabajo. Y lo ha hecho partiendo desde abajo, “sin tener nada de nada”. Ha hecho de todo, “hasta vender el Diario de Cádiz”.  Ahora, con los años y tras el éxito obtenido, “intentan que yo diga que esto es Tarifa, pero no puedo, yo tengo que decir que estoy en Zahara. Es una lucha desde siempre. En mi tarjeta pongo Hotel Restaurante Antonio, Zahara de los Atunes. TM (Término Municipal) Tarifa. Esto reza como que está en Zahara”.

No se puede obviar, bajo ningún concepto, la aportación de Mota al desarrollo turístico no solo de Zahara, sino del litoral gaditano. Desde que comenzara su andadura empresarial, “se ha prosperado mucho en el sector. Al principio era difícil imaginarse en lo que se iba a convertir Zahara. En la época en la que fui alcalde aquí, era la época de Diego López Barrera. Fue cuando se hizo el puente, cuando se tiró el Zapal de Barbate y también el de Zahara. Se hicieron 50 casitas provisionales que es ahora cuando se están reformando. Se arregló el alcantarillado que hoy todavía existe. Se construyó la Avenida del Gran Sol… todo eso en mi época”.

Ahora mismo Zahara es conocida en toda España y en gran parte del mundo. “Antes no nos conocía nadie”, afirma Antonio quien, recordemos, ya puso en valor platos (el mormo o el contramormo) que hoy son emblemas de la gastronomía local y provincial. Y lo hizo cuando apenas nadie más lo hacía.

Una ardua labor y una extraordinaria trayectoria que este mismo año ha sido reconocida durante el Día Internacional del Turismo por la Diputación Provincial. Ese día, Antonio Mota junto al Grupo Osborne, fueron premiados por prestigiar el Destino Cádiz. Y ese día Mota Pacheco quiso compartir dicho reconocimiento con su esposa Lola, sus hijos y el equipo humano que conforma el Hotel Antonio, además de defender la necesidad de arropar al turismo, “porque es el motor de la provincia y de Andalucía”.

Él ya estuvo en la Diputación

Cuando fue a recoger el premio, estuvo esperando al presidente de la Diputación, Juan Carlos Ruiz Boix, en la antesala de su despacho, “donde me he sentado muchísimas veces cuando iba a pedir algo para Zahara. Yo cogía mi taxi y me iba hasta la Diputación como alcalde de Zahara y como concejal de Turismo en Barbate. Sobre todo cuando le dije a Barrera, cuando ya no despachaba los lunes conmigo por cuestiones de tiempo, que así no podía seguir. Su respuesta fue que me apañase como pudiese, así que cogí el secretario y me lo llevé a la Diputación”.

Allí, por aquella época, había un ingeniero encargado de las infraestructuras provinciales. “Dio la casualidad que uno de los hermanos Sánchez González, ambos médicos que eran de Zahara, había operado a su padre y gracias eso, establecimos contacto y me ayudó mucho. Luego me pidió el favor de nombrar una calle con el nombre del médico que operó a su padre. Lo propuse al Pleno y fue aprobado. Y junto a la torre grande del Palacio se puso a la calle el nombre de Doctores Sánchez González… que ya la han quitado los alcaldes nuevos, pero bueno… lo importante es que se hombre me ayudó muchísimo para asfaltar prácticamente todas las calles de Zahara (apenas había dos asfaltadas) y poner el alcantarillado, entre otras actuaciones como la avenida que va hacia la playa, cuyas palmeras las puse yo tras bajarlas de un camión que iba para Atlanterra. Le dije que aquí debían dejar algunas… fíjate si tengo historias que contar”.

Sobre qué demandas tiene en la actualidad, Antonio Mota tiene claro que existe una imperante necesidad de mejorar las infraestructuras. “Antes de edificar tanto, hay que meter las infraestructuras. Sin ellas, la situación se complica. Ahora mismo no estamos preparados para la gran cantidad de turistas que nos visitan en verano. El agua es fundamental y la situación es crítica. Las comunicaciones también. La carretera que nos une con la Nacional 340 es una locura y menos mal que se puso en marcha la circunvalación hacia Atlanterra, sino aquí no entra nadie. Ahí se meten 30.000 personas, tela, tela… También es necesaria una Estación Depuradora y el alcantarillado”. En cuanto al alumbrado, “está bien, aunque podría mejorarse un poco. Y la limpieza está muy bien ahora”.

Su día a día en su gran legado

Su día a día ha cambiado. Ahora “son mis hijos (los tres trabajan aquí, cada uno con su parcela) quienes llevan el negocio y lo hacen perfectamente. Yo estoy porque tengo que estar, porque esta es mi vida. No me voy a ir ahora a los bares a tomas copas (risas)”, pero “antes echaba 16 y 17 horas al día. Yo abría y cerraba”.

Antonio Mota podría decirse que fue autodidacta. Todo lo aprendió a base de trabajo y esfuerzo, de tal manera que su restaurante “ha sido una escuela para muchas personas que luego han montado sus negocios en Zahara y que aquí comenzaron como camareros y ahora son propietarios”.

Hotel Antonio de Zahara de los Atunes

Además, gracias a ese trabajo y esfuerzo, “su negocio ahora está en buenas manos, incluso en mejores manos que cuando yo empecé porque aquello era diferente”. Unas buenas manos como son las de sus hijos, quienes a su vez se han podido formar de manera mucho más profesional gracias precisamente a ese trabajo y esfuerzo de sus padres.

Y aunque ya Zahara de los Atunes poco tiene que ver con aquella localidad de los años 80 del siglo pasado. Y aunque ya hay cadenas hoteleras en la zona, el Hotel Restaurante Antonio mantiene algo que no tiene precio: su esencia familiar, “el mayor contacto con el cliente”, esa calidez que le da el plus que muchos turistas buscan cuando viajan y que también ayuda a crear una estrecha relación entre clientes y empresa basada en la fidelidad.

Y eso genera un turismo distinto, alejado de la frialdad de otras zonas como la Costa del Sol, “que ahora se están viniendo aquí e incluso he tenido ofertas para invertir allí o para que lo explotemos nosotros. Pero yo me quedo aquí”.

Al mañana “le pido sobre todo salud y después que las cosas se hagan bien tal y como nosotros tratamos de hacer. Que no haya enfrentamiento y que nos llevemos todos bien. Aquí estamos dos días y no merece la pena pelearnos. Pero sobre todo salud, que sé lo que es no tenerla. El hotel grande me costó los dos riñones (por distintos problemas en la construcción). Hace 16 años me los trasplantaron”. 

Por eso no es exagerado decir que este gran proyecto, esta referencia turística como es el Hotel Restaurante Antonio, le ha costado sangre, sudor y lágrimas. “Lágrimas sobre todo de mi mujer porque trabajó muchísimo y no era tan optimista como yo. Compré esta parcela sin que ella lo supiera hasta que ya había cerrado el acuerdo porque de lo contrario me hubiera dicho que no lo hiciese (risas). Luego se alegró mucho, pero el éxito también es suyo porque ha trabajado mucho, pero mucho”.

Un proyecto que para darle forma le ha costado “dos riñones”, tal y como él mismo ha relatado y no en sentido metafórico. Horas y horas de trabajo, horas y horas de sacrificio, pero también horas y horas de alegría por la recompensa en forma de un legado que perdura en el tiempo y en las siguientes generaciones. Es el  proyecto de un visionario, de una persona adelantada a su tiempo y que supo, seguramente se lo dijo a sí mismo en alguna de esas conversaciones que siempre ha mantenido a solas con él mismo, que turismo y gastronomía formarían parte del futuro no solo de Zahara, sino de toda Andalucía.

Su hotel y su restaurante esconden esa y mil historias más. En cada plato, bajo cada sábana, hay una historia de superación, de esfuerzo, de sacrificio. Una historia unida, ligada, al pasado y al porvenir de Zahara de los Atunes. Una historia familiar y eso lo hace único, lo diferencia del resto, y los grandes viajeros la notan, la palpan cada vez que mullen cada almohada, y se acomodan bajo la luz que emana cada vivencia de Antonio Mota al entremezclarse con esa brisa marina que acaricia el rostro que se asoma a la playa Cabo de la Plata. Es, insistimos, la historia de Zahara, y si no me creen, pues lean el final de este reportaje…

“Zahara es el pueblo que me vio nacer. Nací al lado de la iglesia, donde también teníamos la panadería, la fábrica de harina… Mi tatarabuelo le daba luz a Barbate gracias al motor que teníamos ahí. Yo cobraba los recibos en Zahara. Cobraba 7,50 pesetas por cada punto de luz. No había ni contadores. A las doce de la noche se cortaba y antes dábamos el aviso bajando la intensidad de la luz para que la gente se preparase con sus velas y candiles para no quedarse a oscuras… Esto es para haberlo vivido”, concluye Antonio. Esto es para contarlo, concluye un servidor.

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