No puedes comer, te cuesta dormir, el estómago se estremece y el corazón palpita con la sola presencia de la persona amada… ¿Pero qué ocurre en el cerebro cuando nos enamoramos? El amor es un proceso neurobiológico complejo, basado en la confianza, el placer y las recompensas gratificantes que se generan en nuestro cerebro.
La atracción física, la lujuria y la pasión provienen de una región cerebral concreta, el hipotálamo, y de la liberación de hormonas que aumentan este deseo sexual. Se genera euforia y una reducción de la actividad cerebral frontal, con la consiguiente disminución del juicio y el razonamiento. Por lo que es cierto eso de que el amor nos ciega…y además nos consume, ya que además el cortisol, la hormona del estrés, aumenta. En la fase del “amor romántico”, la dopamina , hormona de la felicidad y principal neurotransmisor implicado en la sensación de enamoramiento, se produce en una zona del cerebro llamada área tegmental ventral. Existen otras estructuras también involucradas en este proceso, como el llamado núcleo accumbens, encargado de hacernos sentir placer, prestar atención y mantener la motivación para perseguir y obtener recompensas sentimentales.
Una vez la emoción inicial del amor ha desaparecido, y la relación es más madura, la activación cerebral también se extiende hacia otras zonas más internas del cerebro, los ganglios basales. Todo ello se ha analizado en personas que miraban fotografías de sus parejas mientras se les realizaban resonancias cerebrales funcionales. Y aunque la pasión disminuya con el tiempo, el amor a largo plazo aumenta la activación en áreas cognitivas asociadas con el lenguaje y el sistema de las “neuronas espejo”, esa mágica zona que nos ayuda a anticipar las acciones de un ser querido, y que explica por qué las parejas terminan las frases del otro o anticipan sus acciones. El amor a nuestras mascotas también produce efectos muy beneficiosos, aumentando los niveles de oxitocina. Y que decir sobre la explosión de amor que se genera con la mirada fija entre madres e hijos, que produce incluso un aumento del volumen de materia gris cerebral de las progenitoras en un intento de la naturaleza de promover las relaciones positivas entre madre e hijo y fomentar sus vínculos.
Y para aquellos que hayan dejado de creer en el lado sentimental de la vida, os servirá de consuelo saber que el deporte, el contacto con la naturaleza o cualquier otra afición activan una interesante región llamada circunvolución angular del cerebro, involucrada en una serie de procesos relacionados con el lenguaje, procesamiento numérico, cognición espacial, la recuperación de la memoria y la atención; o sea que despejan nuestra mente y nos hacen más inteligentes.
Afortunadamente hay muchas formas amar para cada uno de nosotros, así que ... ¡Enamórate!