El que suscribe tendría que haber hecho esta tarde las preguntas cuando se desplazó a la estación central de Adif en Plaza de Sevilla, en la capital de Cádiz, para despedir a los primeros viajeros del nuevo transporte público rumbo a Chiclana y recibir a los vecinos que se trasladaban desde allí a la capital en el tren que partió desde Pelagatos un poquito más tarde de lo previsto. Pero acabó tratando de responder al interrogatorio de pasajeros que querían saber cómo sacar un billete y a qué hora podían regresar a casa.
Tanto Renfe como la Junta de Andalucía ha reforzado el personal en cada parada para resolver dudas, pero las dudas son tantas como las ilusiones de quienes se animaron a subir a los trenes en su inauguración, en torno a 40 por cada uno de los trayectos. Aunque un matrimonio mayor, una de las contadas excepciones con alguna trabajadora isleña, además de ilusión tenía que hacer “unas cosillas en Cádiz”. Salieron de Chiclana y volvieron a Chiclana sin gastar un céntimo porque, como casi todos, se benefician de la gratuidad por parte del Gobierno como viajeros recurrentes del transporte metropolitano.
Abundaban las sonrisas. “¿No tarda demasiado?”, pregunté de manera incisiva. “En absoluto, las vistas son maravillosas”, respondió alegremente una señora, “se entretiene una”. Ni una sola mala palabra sobre la tardanza, 16 años, en ponerlo en marcha.
Por la mañana, los vecinos de San Fernando que saludaban al tren a su paso por la Calle Real adelantaban que el miércoles 26 de octubre era un día feliz para la Bahía en materia de transporte. Salvo Kichi, que dudó de que sea suficiente el servicio planificado, y la Coordinadora de Trabajadores del Metal, que protestaba a pie de vía por la reindustrialización, lo único que chirrió fue escuchar a la ministra sacar pecho por la alta velocidad en una provincia donde ha pasado de largo.