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Lunes Santo en Cádiz: del fervor del barrio de la Viña al silencio de la Veracruz

Las largas filas de penitentes de la Palma fueron abriendo un camino de capirotes entre un mar de cabezas

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  • Cádiz vivió un Lunes Santo de gran esplendor. -
  • La hermandad de Nazareno del Amor entra 45 minutos de retraso
  • Vera Cruz no pisaba la calle desde antes de la pandemia y quedaba esa sensación de tiempo a recuperar

El Lunes Santo abrió sus ojos en la pleamar de un mar caletero, que mecía sus olas cual si de una alfombra de cristal se tratara, para arropar los pies del Santísimo Cristo de la Misericordia y María Santísima de las Penas. La Palma era la primera cofradía en poner su cortejo procesional en la calle (15:15 horas), a la que le seguían el Nazareno del Amor (16:15 horas), el Prendimiento (16:45horas), y Vera Cruz (19:10horas). Pudiera decirse que en la jornada del Lunes, la pasión ya comienza a sentirse con letras mayúsculas porque aunque las tres primeras hermandades lleven un ambiente festivo y con cierto arraigo de barrio, el broche de oro lo pone la hermandad decana de la ciudad, una hermandad de la Veracruz, que por primera vez en la Semana lleva a Jesús muerto en la Cruz.

La Palma

Todos los partes de meteorología auguraban que el Lunes Santo sería de los días más calurosos de toda la semana, y en efecto, en la salida de la Palma pudieron dar fe del cumplimiento de aquellos pronósticos, los asistentes a la primera procesión de la jornada. El reloj de la Farmacia de la calle de la Palma marcaba 30 grados y era aún las tres y cuarto de la tarde. La Archicofradía estrenaba hermano mayor, Junta de gobierno, virgen coronada capataz del Cristo y más de veinte túnicas nuevas. Hacía años que no se veía un cortejo de penitentes tan extenso, pero el recién nombrado hermano mayor (Pedro Bueno), llevaba en su programa electoral aumentar en la medida de lo posible su cortejo y hacer de la casa de hermandad, la casa de todos. La marcha real fue interpretada por la Banda de CCTT Vera Cruz de Utrera, cuando el señor (que salía desde el interior inclinado hacia atrás), comenzaba a izarse. Se hizo el silencio en la viña y Cádiz asistió –como en el año 30 de nuestra era, a la conmemoración de la crucifixión publica del Hijo del Hombre. Y es que el Lunes Santo en los últimos años se está caracterizando por la recuperación del clasicismo, tanto en lo musical como en el exorno de los pasos. Cuando el Santísimo Cristo de la Misericordia ya se encontraba en la calle y en posición vertical comenzó a mecerse a las órdenes de los hermanos Martín y los tambores inundaron el barrio de nostalgia y sentimiento. El sol observaba la procesión desde el campanario de la Iglesia y hacía brillar el canasto del paso de Antonio Martín, pero sobre todo el palio, una joya de Juan Manuel Rodríguez Ojeda que era un ascua de luz cuando se veía iluminado por los rayos de sol. El esfuerzo de la hermandad de la Viña fue tremendo en su camino a la Carrera Oficial donde, al entrar en Palillero, el paso de palio hizo las delicias del público asistente, entrando a los sones de la Banda de Música de Julián Cerdán mientras le interpretaban su marcha de coronación.

Nazareno del Amor
Cuando el imaginero sevillano José Rivera García talló la imagen del Nazareno del Amor, nunca pensó en que terminaría por convertirse en uno de las devociones más importantes de la ciudad. Encorvado sobre un monte de lirios y claveles y sosteniendo el peso del madero con la ayuda de Simón de Cirene, el Señor se paseó por Cádiz despertando el gran fervor del público. Elegante y medido, compaginó la valentía de su andar con el compromiso de ganar calle, accediendo lucir el trabajo de quienes llevan sobre sus hombros el bello paso de caoba.
Nuestra Señora de la Esperanza deslumbró con la dulzura de su rostro en un Lunes Santo que, paulatinamente, fue perdiendo la luminosidad natural del sol. Rebosó elegancia en su discurrir por la carrera oficial estrenando nueva toca de sobre manto realizada por el bordador gaditano, José Recuerdo. Muy discurrido su transitar por la plaza de San Agustín con un repertorio musical que dejó momentos muy espaciales gracias a la Asociación Filarmónica de Conil y singularmente emocionante la petalada con las que unos vecinos del barrio sorprendieron a la dolorosa. La Hermandad entró con cuarenta y cinco minutos de retraso, con respecto al horario establecido.

El Prendimiento

Nuestro Padre Jesús en su Prendimiento trajo a Cádiz un mar de nazarenos crema y morado en el cortejo del Señor y crema y turquesa en el de la Virgen del Patrocinio. El clasicismo gaditano hecho túnica nazarena. El extendido cortejo convirtió, hasta el momento, a la hermandad en unas de las mejor presentadas y armadas de la Semana Santa de Cádiz. La cofradía estrenaba la restauración y el plateado de los varales y jarras del paso de palio, además del mantolin que lucía el Señor en su misterio.
Francisco García Palos, capataz de la virgen del Patrocinio, daba las órdenes pertinentes para que el paso se pusiera en la calle en torno a las 17:25 horas. Sonaban las campanillas de sus varales y el sol bañaba su rostro conforme cruzaba el cancel de la puerta. El himno nacional dio paso a su marcha, Victoria del Patrocinio, compuesta por el roteño Enrique Galán. A partir de ahí todo fue disfrute cofrade y por supuesto estación y penitencia. La hermandad en líneas generales cumplió con sus horarios establecidos.

Vera+Cruz

Duelo, silencio y recogimiento, para venerar la verdadera Cruz de Cristo. Así respondió la plaza de San Francisco al paso rocalla e imponente de la Hermandad de la Vera Crz de Cádiz, enmudeciendo al toque de un trío musical que interpretaba motetes como Estampas de la vera Cruz o en tu Cruz, interpretados a la imagen del crucificado. Altos capirotes de negro ruán marcaron el contraste al clasicismo y al fervor desmedido de los barrios de la Viña y el Mentidero.

La hermandad decana no pisaba la calle desde antes de la pandemia, pues el año pasado que fue la Semana Santa del reencuentro, tuvo que quedarse en casa por mor de la lluvia y quedaba esa sensación de tiempo a recuperar. Nuestra Señora de la Soledad enamoraba en cada tirá, con el armónico estruendo de los varales golpeando sobre la mesa. Indescriptible fue su recogida, pasadas la una de la madrugada, cuando la virgen apareció en la plaza a los sones inconfundibles de la marcha Soledad del Maestro Escobar

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