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Un militar de San Roque, despedido tras un trasplante de riñón aunque el SAS lo ve apto

Asegura que hubiese preferido que le echasen por ser gay. Ha presentado varios recursos, sin resultados, por lo que irá a los tribunales

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  • Darío Márquez. -

Darío Márquez Fernández es un joven de 28 años sanroqueño que, de la noche a la mañana, ha visto frustrado su sueño, su estilo de vida y también su sustento.

Desde muy pequeño tuvo claro que quería formar parte del Ejército español. Y esa aspiración se hizo real cuando el 7 de enero de 2007 inició su formación en San Fernando. Cuatro meses más tarde se estaba presentando ya como militar profesional en el cuartel de San Roque.
Ocupaba un puesto administrativo, como soldado de tropa, en la Unidad de Reparaciones de la Artillería.

El destino y la mala fortuna truncaron su modo de vida. En diciembre de 2008, tras varias pruebas médicas por fuertes dolores de cabeza, le diagnosticaron una insuficiencia renal. “No quise venirme abajo”, asegura a VIVA. “Todo lo contrario, desde 2008 hasta 2013 continué trabajando, hacía las maniobras, las guardias... seguí trabajando como antes”. Tanto es así, que hasta en cuatro ocasiones fue reconocido como “soldado del mes”.

Comienza el calvario
Pero hace dos años su estado de salud empeoró peligrosamente, con  “una pérdida brutal de mis riñones”, explica. Fue entonces cuando comenzaron a verlo en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz, donde se iniciaron los trámites para realizarle un trasplante de riñón. Su madre resultó compatible para ser la donante, por lo que se fijó la fecha del 14 de octubre de 2013 para la operación.
Pero Darío aguantó “al pie del cañón” hasta el 7 de octubre. Es decir, solo cogió la baja médica cuatro días antes de someterse a un trasplante de riñón. “No quería aprovecharme de mi enfermedad. Trabajaba en lo que quería, hacía todo igual que mis compañeros y siempre quise que me trataran como a uno más”, afirma.

Tras la operación
La operación fue bien y la recuperación, de seis meses, también. Tanto Darío como su pareja sentimental y su madre estaban muy felices, porque el mal sueño había acabado y se encontraba bien de salud.

No obstante, tuvo que pasar por un tribunal médico militar que, hasta en dos ocasiones, lo consideró no apto para seguir desempeñando sus funciones. “No lo podía creer”, asegura Darío, que presentó numerosos recursos, pero “todos fueron rehusados”. “Me mandaron al paro, sin tener en cuenta que yo puedo seguir desempeñando mi trabajo como lo he hecho durante ocho años”, lamenta, y asegura que si le hicieran pruebas físicas, las superaría con creces.

Cuenta, además, con informes médicos del SAS y un informe pericial externo que consideran que puede reincorporarse al Ejército.

Así, el departamento de Nefrología del Hospital Puerta del Mar indica en un informe: “Es muy conveniente que continúe la vida laboral que realiza ahora. Por nuestra parte no existe ninguna contraindicación para continuar con la actividad laboral que hasta ahora viene haciendo como militar en las Fuerzas Armadas”. En la misma línea, otro informe de su médico de cabecera: ˆ“No hay inconveniente para su reincorporación a su puesto de trabajo”. Y un tercer informe, en este caso pericial, indica que “en un reconocimiento médico militar este paciente sería, en nuestra opinión, declarado como apto para el servicio, con un coeficiente grado 1”.

Ninguno de estos informes fueron considerados por el tribunal médico militar. Tampoco los recursos que Darío presentó. Por ello, su última baza será recurrir a la Justicia y su abogado trabaja ya en la presentación de una demanda con el objetivo de seguir cumpliendo su sueño y volver a formar parte del Ejército español.

VIVA ha contactado con el gabinete de prensa del Ministerio de Defensa, sin que hasta el momento haya emitido respuesta alguna.

"Preferíría haber sido discriminado por gay"

Si hay sentimientos que rondan por la cabeza de Darío Márquez son, sobre todo, los de “rabia e impotencia”. Se siente discriminado, no por el Ejército, “para el que solo tengo buenas palabras”, sino por el tribunal médico, que me discrimina por ser trasplantado.

Su novio es también militar, en el mismo cuartel. “Nos casaremos en agosto. Nunca nos han marginado por ello. De hecho, habría preferido que me discriminaran por ser gay antes que por ser un trasplantado. Mi madre ha arriesgado su vida por salvar la mía y mi trabajo y el resultado no podría haber sido peor”, lamenta.

“Es una injusticia lo que se está haciendo conmigo”, dice, totalmente apesadumbrado. “Me han quitado mi trabajo, mi ilusión, mi razón de ser”.

Sueña con volver a ponerse el uniforme y no llega a comprender cómo en la valoración del tribunal médico señalan que no es apto para el Ejército, pero sí lo es para desempeñar otros trabajos. Él esperaba un APL4 (Apto por Limitaciones), que conllevaría solo algunas restricciones. Pero no ha sido así. Ahora, espera justicia en los tribunales.

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