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López Simón abre la Puerta de la Feria en Algeciras

Padilla y Castella cortan un apéndice cada uno

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Uno de los toreros revelación de la temporada, como es el madrileño López Simón, llegó y triunfó en Las Palomas, pero solamente arrastró un escaso tercio de entrada. La corrida de La Palmosilla, correcta de presentación, variada de juego, con tres toros buenos (segundo, tercero y cuarto). Al resto les faltó clase y fondo.

¡Qué difícil es torear de capote¡ Pues ayer, Padilla, Castella y López Simón ofrecieron un mosaico de verónicas, largas cambiadas, chicuelinas y tafayeras que hicieron las delicias de los aficionados.

Juan José Padilla tuvo dos toros diferentes. El primero, de nombre Perdido, perdió la casta y la bravura en el campo y el jerezano estuvo con mucha voluntad y muy asentado. Colocó pares de banderilla con su facilidad característica. Con este valor consumado realizó una faena muy torera a su segundo, en el que hubo series de buen gusto, sobresaliendo trincherillas muy artísticas y series de muletazos sobre ambas manos que inició rodilla en tierra, pasándose los pitones por la barbilla. Qué lástima que en el primero cortó una oreja y le faltó otra para salir por la Puerta de la Feria, pero el uso del descabello por dos veces se lo impidió.

Castella cortó una oreja al primero en una faena técnicamente perfecta, llevando la muleta a ras del albero, aprovechando la bravura y nobleza del animal. Puso la nota de emoción en la cercanía final y esperó a su segundo para rematar una tarde por la Puerta de la Feria que no fue posible. Un toro rebrincado, al que le faltó entrega, gazapón y falto de raza. Una labor voluntariosa y una ovación de regalo.

La faena de López Simón a su primero, aprovechando la bravura del de La Palmosilla tuvo vibración, la que generaba la repetición incansable de un toro que se mantuvo a un buen nivel de raza y casta.

Quieta la planta, cinceló su labor, refrendada con una estocada, dando paso a las dos orejas. El último, que brindó a Ruiz Miguel, volvió a intentar su toreo vertical, pero tras las dos primeras series, el toro cantó la gallina y se le acabó la bravura. Entre las tablas y en los adentros intentó bordar algunas series con más voluntad que otra cosa. Hasta pidieron la oreja, que el presidente no concedió, pero sin palmas.

La anécdota del día se produjo tras el primer toro, cuando Padilla recogía la montera, saltó el funcionario de turno, ese extravagante mozalbete a sueldo, saltó al ruedo e hizo su numerito. Fuera del coso coincidieron concentraciones anti y pro taurinas.

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