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De vuelta a Ítaca

Los niños molestan

Hace unos días, mi mujer y una amiga fueron a la biblioteca pública de mi barrio con sus hijos . Cuando llegaron a la zona de libros infantiles, y como es...

Publicado: 07/02/2023 ·
08:28
· Actualizado: 08/02/2023 · 13:25
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  • Biblioteca. -
Autor

Alejandro Sánchez Moreno

Alejandro Sánchez Moreno nació en Sevilla. Es docente e historiador. Especialista en historia del movimiento obrero andaluz

De vuelta a Ítaca

Análisis de cuestiones, tanto históricas como de actualidad, desde una visión crítica de nuestra realidad política, económica y social

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Hace unos días, mi mujer y una amiga fueron a la biblioteca pública de mi barrio con sus hijos . Cuando llegaron a la zona de libros infantiles, y como es normal, los chiquillos se comentaron unos a otros sus preferencias, señalando los que más les llamaban la atención, en una estampa que en otra época nos habría resultado enternecedora, pero que hoy repele a muchos idiotas. Y he aquí que, justo en ese momento, una de las representantes aventajadas de ese colectivo hizo su aparición, ordenando a la bibliotecaria, de muy malos modos, que hiciese callar a los críos ya que “una biblioteca no era lugar para niños”. Cuando la funcionaria advirtió a la señora que ese espacio era también para ellos, la mujer, muy indignada, aconsejó a mi esposa llevar a los chiquillos a sitios más apropiados, como por ejemplo “el Carrefour”, que es donde ella “llevaba a la suya”. Ahí, con dos ovarios.

Pero aunque todavía a algunos esto nos ponga los pelos como escarpias, la anécdota que les cuento no es extraña, ni mucho menos. Y es que lo de pretender hacer desaparecer a nuestros pequeños de los espacios públicos es una tendencia cada vez más aceptada, al punto de que algunos ya han bautizado la tendencia como “niñofobia” o “adultocentrismo”, aunque yo me niego a llamarlo así, pues ese neolenguaje que confunde síntomas y consecuencias, diluye a los niños en ese mar de identidades oprimidas que tanto gusta a la posmodernidad. Pero no es así. Ya que ser niño no es una identidad, sino una etapa de la vida que atraviesa cualquier hijo de vecino, y si los niños hoy nos molestan más que antes es porque esta sociedad enferma refleja así, en todo su esplendor, la decadencia moral que sufrimos.

Porque sí. Esta sociedad narcisista que es espejo de nuestra egoísta economía no tolera que nadie moleste, ya que sólo importa el “yo”. Y en este mundo en el que cada uno mira su propio ombligo no tiene cabida que unos niños actúen como niños. Y no los queremos en terrazas, bares o restaurantes. Y nos molestan en los aviones y trenes. Y nos la trae floja que sus colegios se caigan a trozos o no tengan calefacción en invierno o ventiladores en verano. Y hasta, si de repente nos da por tener uno, procuramos que pasen el mayor tiempo posible con abuelos o en guarderías, porque ni siquiera siendo sus propios padres nos apetece sacrificar nuestra diversión por ellos. Pero no se preocupen, porque seguramente en el pecado llevaremos la penitencia. Y estos niños, que crecerán educados en la idea de que los demás no importan, probablemente no querrán tampoco saber nada de nosotros. Y adivinen lo que nos podría pasar a los viejos del mañana que dependeremos de los niños de hoy para poder cobrar nuestras pensiones.

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