¡Felicidades!

Publicado: 19/03/2022
Autor

José Manuel Infante Gómez

Columnista mitad barbateño mitad madrileño. Redactor en web deportiva trescuatrotres.com

Días de barrunto

En palabras de su autor: "Intento decir lo que pienso pensando siempre lo que digo"

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Es bastante curioso el hecho de que denomine paraíso a una zona que existe como Barbate desde hace tan solo 84 años...
Uno de los sistemas de escritura más antiguos de la humanidad es el cuneiforme, cuya tradición data de más de tres milenios. En esta longeva escritura ya aparece la palabra “edin”, que se relaciona directamente con edén, es decir, el paraíso que todos oímos infinidad de veces a lo largo de nuestras vidas. Es bastante curioso el hecho de que denomine paraíso a una zona que existe como Barbate desde hace tan solo 84 años.

En Madrid, donde resido desde hace ya casi 30 años, todos los que me conocen, que son bastantes, ya me preguntan directamente por mi próxima visita a Tierra Santa, porque así la vengo llamando desde que tuve que salir de allí por motivos laborales.

Puede que a alguien le resulte demasiado exagerado considerar a este rincón como santo. Lo que sí tengo bastante claro es que, cuanto menos, es muy especial. De otra manera no se podría entender el hecho de que casi todos los que pasan por aquí acaban quedándose o repitiendo visita. Y no hablo solo de personas, que eso cada día me resulta más evidente. Por ejemplo, en los últimos tiempos se conoce a nuestro pueblo como la capital mundial del atún rojo. Cada año, además por estas fechas, miles de túnidos pasan una temporadita en esta zona a la espera de realizar un largo viaje. Ningún lugar mejor para preparar este trayecto como estas costas.

Pero no todos los visitantes son tan plácidos o apetitosos como los atunes. Hay uno en particular cuya presencia, sobre todo si viene muy enfadado, resulta molesta a más no poder. Pero incluso a él elegiría como acompañante cuando la nostalgia se instala en mi mente. Hay veces que esos ataques de morriña me transportan a cualquier sábado por la mañana, acompañado de los amigos de entonces y todos dispuestos a disfrutar de horas de juego en las Piedras del Castillo, el Montará o la Tarayuela. Todo eso, por supuesto, podría aplazarse para otro momento en caso de tener que disputar un partido por todo lo alto en el mítico Campo de la Academia. Cuando despierto de esos dulces recuerdos, casi siempre los despido con una sincera sonrisa y el convencimiento absoluto de ser un auténtico privilegiado al haber podido saborear esos momentos tan especiales.

Tuve un amigo que se vino a estudiar a Madrid. Al preguntarle por aquello que más echaba de menos, me contestó, para mi sorpresa, que era el mar.

—¡Venga ya, no me vaciles!

Cada vez que vuelvo a pasar unos días, me acuerdo de ese amigo, porque he entendido que no me vacilaba en absoluto. Un paseo por la orilla de la playa con las olas acudiendo a mis pies como si quisieran demostrar que también se alegran mucho de verme, es lo más parecido a estar en un edén.

Feliz cumpleaños Barbate... Y muchísimas gracias por todo lo que me has dado.

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