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El Puerto

Lo que yo te diga... del desempleo

Aquí huele a muerto. A porquería. A nauseabundo. Este pueblo no es que se muera, es ya un cadáver. Su agonía y su desvergüenza no tienen límites

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Luis Miguel Morales | Aquí huele a muerto. A porquería. A nauseabundo. Este pueblo no es que se muera, es ya un cadáver. Su agonía y su desvergüenza no tienen límites. Lo expone como el que entendió a pies juntillas su papel patético en su deambular por esta vida. Cual casta, su paso por ésta es hacer el caricato, su sino. Venir a mendigar. Y a dejarse robar y pisotear.

El andaluz, el gaditano y el portuense deben seguir dando las gracias, las infinitas por colocarse entre los peores.  De no ahogarse en su propio vómito, a hundirse y vanagloriarse en su penar y en sus penurias. La realidad apesta y asquea.

La dignidad está a porfía. El nivel de vida solo se retrata con echar un ojo por cada calle y por cada negocio que cierra sus puertas.  Es una derrota de la sinrazón ante un problema congénito, el del eterno subdesarrollo. Es el tiempo de la emigración, otra vez.  Mientras tanto, los cortijos siguen avanzando, se refuerzan, se reinventan, se presentan a investiduras aún sabiendo su final.

La desvergüenza no encontró ni una sola dimisión ante la incapacidad de voltear el panorama más triste. Tampoco se pidieron. Al parecer vivimos mejor que antes, nos gobiernan los buenos, ya sabes querido Quique, los que miran por el trabajador y los que aseguran el estado de bienestar. Y así nos hemos convertido en la undécima población con más paro del país.

Seguiremos escuchando a bocachanclas de planes de trabajo, de inversiones, de igualdad, de mamarrachadas, de reconversiones. Un pueblo que consiente como su consejero de Empleo se gasta el dinero de los parados en sustancias psicotrópicas y en mujeres de voluntad endeble, es cómplice por no ponerle freno cuando pudo.

Que aquí no proteste nadie. Que aquí sigan a golpe de palmas bendiciendo por seguir de rodilla. Esta tierra seguirá dormida y solo en su bostezar de fiesta en fiesta.  No es cuestión de victimizar pero sí de responsabilidad ciudadana.

La pobreza se ha institucionalizado en una comunidad y en un Gobierno, la Junta de Andalucía, que celebra como victorias cuántas ayudas y cuántas subvenciones vanas se tiran para justificar de cuán necesario es tenerlos cerca. La historia de alcaldes, de consejeros procesados y encarcelados, de empresas que abandonaron la zona ante la falta de ayudas. En El Puerto, bajo la lupa de un Ministerio de Economía y Hacienda para el próximo lustro, tampoco pinta un mejor porvenir. Más bien lo contrario.

El Puerto retrata como nadie todas y cada una de las plagas que sufre. Falta de infraestructura, de apuestas, de credibilidad.  El descenso demográfico iniciado estos dos últimos años va a ser la tónica predominante para el futuro. El que puede aguantar más no duda en la búsqueda de mejores perspectivas.  El Puerto se encamina en un punto de no retorno.

Quique Pedregal | Verás, Luismi. Me decía un parado de cuarenta y tantos años que el problema del paro en nuestra provincia no es un problema como tal. Y me lo explicaba de una manera bastante gráfica: las personas respiramos sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo.

Con el paro, con la situación de desempleo, en este rincón de Europa pasa lo mismo: el paro es intrínseco al ciudadano o ciudadana, a ellos y ellas (como dirían los tripartitos que gobiernan por doquier), y el portuense vive eso con la misma naturalidad que si respirara… lo que pasa es que se ahoga.

Hoy llevamos, un par de páginas más adelante en nuestro periódico, la triste realidad de una familia formada por una pareja joven y dos niñas de 3 y 5 años que ha sido desahuciada, que no tiene salida y que ve cómo, a pesar de promesas y mensajes, su estado catastrófico no vislumbra solución. Hace poco informábamos también de otro desahucio de una familia portuense que, no solo no tenía posibilidades de tener una vivienda, sino que el propietario de la vivienda no les quería alquilar si el que se hacía cargo de la renta, el paganini, era el Ayuntamiento.

Y en esas estamos, Luismi. Por un lado, dramas familiares con niños de por medio. Por otro lado, una muy buena intención por parte de las administraciones pero que no llevan a resoluciones inmediatas y que, gracias a la burocracia, amontonan expedientes de difícil arreglo.

El paro es el primer problema de nuestro país. El Puerto está a la cabeza en número de desempleados. La provincia de Cádiz sigue manteniendo su record Guinness año tras año. Y los planes de empleo son papel mojado, pan pa hoy y hambre pa mañana. Ni las ayudas son las adecuadas, ni el seguimiento a las personas beneficiarias termina de arrancar.

Para desgracia y vergüenza de la ciudadanía, se trata de  un desastre descomunal intrínseco a todos y a todas. Una auténtica calamidad, Luismi, lo que yo te diga.

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