El denostado tripartito actuó con celeridad. Precisamente, fue la primera decisión que tomó nada más llegar a Peral. Entonces no hicieron falta mayores informes, ni documentación complementaria, ni estudios, ni demás consulta para acabar con la señalada Zona Naranja.
Las prisas de entonces en derogarla encuentran ahora, una vez acaba la interinidad del momento -un año después-, zanjar con la polémica de la gestión de las bolsas de aparcamientos de la extinta Zona Naranja.
Pasar del pago obligatorio al voluntario no ha sido una tarea fácil, ni lo sigue siendo, para los que entienden que las promesas de entonces de convertir la zona en un servicio gratuito 100% se ha pasado a un contexto cuanto menos disperso y poco garante de ser lo más conveniente para todos.
De hecho, las voces críticas surgieron nada más oír las propuestas de gestionar lo que se había garantizado como una zona libre y gratuita.
Lo es, pero en parte. La voluntariedad de estacionar no termina de encontrar el agrado mayoritario para el que visita de forma asidua Valdelagrana. El cambio de formato debe ahora ganarse la confianza del que encomendó en que la nueva opción iba a ser más beneficiosa para todos.
Queda por saber el coste que supondrá y los efectos para un Plan de Ajuste que ya contaba con unos ingresos por la gestión de una Zona Naranja que pasa de parquímetros a tickets.