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El Puerto

La gran colada

Vamos, que cuando nos ponemos a pensar por primera vez ya se nos han “colado” tantos pensamientos ajenos que no nos libraremos de su influencia nunca

Publicado: 25/09/2020 ·
10:18
· Actualizado: 28/09/2020 · 10:42
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Descartes nos avisaba de que había que dudar de la experiencia, entidad sospechosa que no daba seguridad de sus máximas. Aquello que aparece de siempre como blanco, y pretende convencernos de su eterna blancura, viene un día, y de repente, y sin motivo, lo vemos como negro ¿Puede uno fiarse de quien engaña una vez? La confianza es como un vaso de cristal, que una vez que se rompe, es irreconstruible. En contraposición a los sentidos, nos habla Descartes de la infalible geometría: un triángulo siempre tiene tres lados, sin poderse concebir de otra manera.

Los triángulos no engañan. Pues bien, un triángulo es una forma de conceptualizar el mundo, fruto del  ingenio de los hombres (se podría haber inventado otra forma de sistema geométrico). Tal como ya está construido nuestro mundo, no vamos a encontrar triángulos de siete lados, ¡ése es el concepto que hemos denominado triángulo!, como tampoco veremos un pañuelo blanco que sea verde. Así es como vamos llenando esas nociones intelectuales de contenido.

Pero, ¡ojo!: en las creencias de Descartes incluían el concepto de triángulo, no podía dudar de él, ¡no estaba preparado para tener una duda sobre ello! Por tanto, que la razón sea capaz de autolimpiarse va a resultar un mito. Vamos, que cuando nos ponemos a pensar por primera vez ya se nos han “colado” tantos pensamientos ajenos que no nos libraremos de su influencia nunca.

El creador puede mover sus alas “a 6.000 pies sobre el nivel del mar y mucho más alto aún sobre todas las cosas humanas” que escribiría Nietzsche en 1881. Sólo se limita a su arrastre por la historia tirando un poco más que cualquier mortal, pero inútil sin el esfuerzo colectivo de ahora, o el de antes (la creencia del dios estaba colada” también en la filosofía del XIX, y antes, incluso, era la denominada Ciencias del Espíritu).

La razón, pues, que sea histórica, es ya una obviedad rayana en la perogrullada. La filosofía del antropólogo nos puede anteponer cientos de culturas caracterizadas por unas creencias o “coladas” particulares, cada una de ellas dotada de una Weltbild (la imagen que cada una tiene del mundo), propia, inconmensurable, y muy natural para ella misma.

Un ejemplo: en Nueva Guinea Papúa, los etoro adultos consideraban como un acto impuro mantener relaciones sexuales con sus mujeres, propias o ajenas, salvo para el fin reproductivo, recurriendo al fellatio que se dejaban hacer por los niños y adolescentes de la tribu (Nelly, 1976). Wittgenstein, considerando que es imposible buscar base alguna más allá de la “imagen del mundo”, lo que podría favorecer una postura relativista, afirma: “Para que el hombre se extravíe, ya ha de juzgar de acuerdo con la humanidad”.

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