El placer de lo indefinido

Publicado: 19/02/2012
sergio domínguez habla de ?Viaje al crepúsculo del amor?, la última obra de Sparring Teatro
El pasado viernes tuvo lugar la representación de Viaje al crepúsculo del amor, a cargo de la Compañía Sparring Teatro, encabezada por Sergio Domínguez en la Sala Fli, Teatro de los Ulen, acompañado en el escenario por la actriz Rebeca Torres y los músicos Álvaro Gandul (pianista, productor y director musical), Dani Galiano (batería ), Félix Roquero (multiinstrumentista) y Roberto Alda (saxo, contrabajo y guitarra).

Viaje al crepúsculo del amor es un espectáculo que mezcla danza, canción de autor e interpretación. Trece textos, trece canciones, trece bailes, que durante algo más de una hora envuelven al espectador para empujarlo a sentir y a vibrar.

¿Cuál ha sido el recorrido de esta obra a lo largo de los años?

–Comenzó un día, el que nací, pero siempre pensé que sería un amanecer y me equivoqué, era un crepúsculo, es un crepúsculo, ese momento donde no hay esperanza, porque hay madurez. El ánimo y el ego no tienen grandes lealtades ni creencias radicales. Ha muerto la proyección, el idealismo, el amor y nace el encuentro, el presente, algo de tierra, una carretera secundaria y un hijo llamado León, que es lo único que me asegura futuro. Esta obra es un viaje que continúa por encima de que los programadores vengan o no vengan a verme y me compren o no me compren, porque es una vivencia y una convivencia que quiero compartir sin aspavientos ni signos de exclamación, tiempos de crisis buenos para el amor.

La obra es en parte cantada, pero no es un musical al uso. ¿Cómo la definiría?

–La obra es un cabaret de hoy, actual, un cabaret de canciones, un baile de sensaciones, una relación diferente con los músicos. Aunque me irrita esa necesidad constante que tenemos de definirnos. Hay un placer en lo indefinido.

En alguna crítica se ha dicho que tiene estilo tarantiniano, ¿está de acuerdo?

–No sé, no me suena mal esa comparación, imagino por el distanciamiento y nuestra capacidad de relativizar para no gritar ni subrayar ninguna certeza, ni dar lecciones, imagino porque normalmente me gusta aportar estilo a lo que hago y elementos coreográficos. El espectáculo tiene algo canalla, algo gitano, mediterráneo, incluso algo árabe, europeo más que americano.

¿Qué han aportado Álvaro Gandul, Manuel Cañadas y Julio Fraga?


–Julio, la sencillez, la orientación y el aliento para que creyéramos en lo que había que decía que era especial, entrañable, encantador, puso los cimientos del espíritu de cada canción y su ambiente. Luego nos dejó libres. Manuel, su sensibilidad, lazos, uniones, alguna transición, su gusto, sus retoques maestros y su presencia. Y Alvaro la expansión, la definición musical, un trampolín para mis melodías y mi mundo poético, su escucha, su estudio, su tiempo, su amor y su estar. Sin duda somos afortunados de que esté y de que quiera estar con nosotros, porque le gusta mucho el espectáculo. Para mí Alvaro es el mejor y además nunca pisa tus palabras con sus arreglos sino que las calienta, las manosea, las abraza, las moviliza y les da su lugar y hace que todos podamos respirar juntos. Y además un excelente compañero.

¿Cómo ve el panorama teatral en Sevilla?

–A la gente que tiene infraestructura, peligrar, y los que no tenemos nada, sobrevivir o emigrar. Lo que no funciona es el sistema y haber acostumbrado a la gente a no pagar por el teatro.

Después de ‘Viaje al Crepúsculo del amor’, ¿a dónde viajará Sergio Domínguez?

–El lunes sigo ensayando un infantil que está montando el teatro clásico y que dirige Julio Fraga.

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