Con la próxima década a la vuelta de la esquina, vamos a analizar brevemente el estado actual de la economía española y el futuro que le espera en el entorno de incertidumbre que nos está tocando vivir. Suenan tambores de recesión mundial y cabe preguntarse si España ha aprendido de las lecciones de 2008 para no volver a repetir una historia complicada que trajo mucha amargura a los españoles. Comentaremos también brevemente los desafíos a los que se enfrenta nuestra economía, que deben abordarse con firmeza para que no descarrile como en otras ocasiones y pueda disfrutar de un crecimiento sostenido a largo plazo.
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Los desafíos que acechan al crecimiento económico español
Tras un crecimiento igual o superior al 3 % en los tres años comprendidos entre 2015 y 2017, que el año pasado se redujo ligeramente hasta situarse en torno al 2,5 %, las últimas proyecciones macroeconómicas del Banco de España prevén la continuación en los próximos años de un crecimiento económico por encima de la media, que en principio debería permitir seguir absorbiendo el elevado nivel de desempleo que todavía persiste en nuestro país.
Ahora bien, se espera que la tasa de expansión del producto interior bruto baje de manera gradual a lo largo de los próximos años. Esta contracción del crecimiento se debe al agotamiento paulatino del impacto beneficioso ejercido por los factores externos que han estado actuando en los años posteriores a la crisis de 2008 (como el crecimiento de la economía mundial o las políticas expansivas adoptadas por el Banco Central Europea para reforzar las economías de la eurozona). Cabe destacar que ya este año se están notando signos de desaceleración que invitan a una prudente reflexión: todo apunta a que nos encontramos en un fin de ciclo económico.
Tal y como observan los analistas de eToro, una de las plataformas de inversión digital más populares para replicar los movimientos del IBEX 35 e informarse de su evolución, nuestra economía está sujeta a las acciones políticas y económicas adoptadas por terceros. En el gráfico histórico de la cotización del índice bursátil de referencia, podemos apreciar una caída sostenida desde abril de 2017. Los motivos de este bajón en el índice bursátil de referencia en España se deben principalmente a incertidumbres externas que vamos a comentar a continuación.
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El motivo fundamental de la caída del IBEX 35 puede encontrarse en que la economía española, por su propia naturaleza basada en las exportaciones y en el sector servicios, depende mucho de las compras e inversiones extranjeras para crecer. Cualquier tensión en este sentido tiene un impacto importante en las finanzas españolas. Nuestro país ya experimentó estos problemas derivados de agentes externos allá por 1973, cuando la crisis del petróleo comenzada en Oriente Medio terminó lastrando las finanzas españolas durante casi 10 años, sin que el país tuviera una gran capacidad de maniobra para mitigarla con eficacia. En nuestros días, procesos que añaden incertidumbre como el Brexit o
los recientes aranceles del 25 % (ad valorem) promulgados por Estados Unidos sobre las aceitunas, el aceite de oliva y el queso fresco generan graves tensiones económicas para España.
Otro aspecto que pone en peligro la buena marcha de la economía española es el impacto negativo de las desavenencias políticas en el seno de la Unión Europea, derivadas de una tensión cada vez más palpable entre fuerzas europeístas (como Francia y Alemania) y fuerzas eurófobas (como Hungría o Italia). Por último, la fragmentación y el bloqueo político
que España arrastra desde hace unos años, junto con el complejo problema catalán ejercen un impacto económico negativo desde dentro del propio país. En su conjunto, todos estos factores internos y externos generan unas sinergias negativas que ponen en peligro nuestro crecimiento económico.
Oportunidades para afrontar la nueva década con optimismo
Si España quiere contrarrestar los factores negativos que hacen peligrar su crecimiento económico de cara a la década que vamos a inaugurar, deberá subirse sin titubeos al carro de la revolución de la nueva economía digital, menos dependiente de los vaivenes exteriores, al ofrecer un alto valor añadido basado en el talento y en la innovación más que en las materias primas. Parece que las autoridades españolas van por el buen camino, a pesar de los problemas para sacar adelante nuevas leyes por culpa de la atomización parlamentaria imperante que hace que muchas leyes necesarias terminen olvidadas en un cajón. El Consejo de Ministros ya ha aprobado este año, por ejemplo, el Anteproyecto de Ley de Medidas para la Transformación Digital del Sistema Financiero, destinado a eliminar las barreras normativas a las que se enfrentan las nuevas empresas tecnofinancieras (conocidas popularmente como
fintech en jerga financiera).
España también tiene una oportunidad de oro para ganar peso dentro de la economía europea si logra quitarle parte de su relevancia al Reino Unido tras su salida de la Unión Europea. Si logra atraer al menos a parte de las empresas financieras implantadas en la City de Londres que planean abandonar suelo británico tras la consumación del divorcio europeo, el impacto positivo para la economía española sería más que considerable.
Por último, para fomentar el crecimiento económico en los próximos años, nuestro país debe también llevar a cabo políticas que mejoren uno de los eternos problemas de nuestra economía: la baja productividad. Su mejora es clave para aumentar el potencial de crecimiento económico a largo plazo. Para ello, habrá que apostar por mejoras en el capital humano y tecnológico, invirtiendo en los procesos de automatización, en nuevas tecnologías y en un sistema educativo que se adapte a los desafíos de hoy y de mañana.
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En conclusión, España sigue creciendo pero el fantasma de la desaceleración está cada vez más presente en la mente de los analistas, debido a la acción de agentes exógenos y endógenos. Si nuestro país sabe aprovechar los últimos coletazos del todavía periodo de bonanza en el que nos encontramos, se esfuerza por combatir los puntos débiles de las finanzas públicas para poder tener las manos desatadas en la próxima recesión y fomenta la innovación tecnofinanciera, se podrá mantener el crecimiento a medio y a largo plazo. Pero si se duerme en los laureles, no resulta descabellado concebir un escenario similar al de la todavía reciente crisis de 2008.