El juicio al mayor de los Mossos Josep Lluis Trapero por su actuación el 1-O llega a su ecuador tras cuatro semanas de un descafeinado "revival" de la vista del "procés". Han sido testimonios repetidos, pero menos emocionales, y con una pregunta aún sin respuesta: ¿mantendrá el fiscal la acusación por rebelión?
Los representantes del Ministerio Público ya dejaron claro que hasta que llegara "el momento oportuno" no se iba a saber si rebajaría la acusación por rebelión a Trapero, para el que piden 11 años de cárcel, los mismos que para el exdirector de los Mossos d'Esquadra Pere Soler y para el ex secretario general de Interior César Puig.
Y ese "momento oportuno" todo el mundo entendió que sería al final de una vista que también ha sentado en el banquillo a la intendente Teresa Laplana, solo acusada de sedición (le piden 4 años de cárcel) y ya ausente de la sala eximida por el trastorno psicológico que le ha provocado este proceso.
En espera de los alegatos finales, que podrían adelantarse a la fecha inicialmente prevista de entre el 17 y el 19 de marzo, el juicio en la sede que la Audiencia Nacional tiene en un polígono industrial de San Fernando de Henares (Madrid) ha perdido expectación, incluso entre la prensa.
Solo hay que asomarse a la acera de enfrente del edificio para comprobarlo. Ya no se coloca nadie tras las vallas amarillas donde los primeros días se agolpaba un buen número de cámaras de televisión y de fotógrafos.
Ni siquiera hay público en la sala, donde cada vez está menos acompañado Ferrán López, el comisario que se puso al frente de los Mossos cuando se aplicó en Cataluña el artículo 155 de la Constitución y quien día a día, desde que declaró como testigo el pasado 29 de enero, acude al juicio para respaldar a Trapero.
Salvo la declaración de los acusados -la del mayor Trapero suscitó mucho interés mediático-, las intervenciones de los testigos no han sido más que una descafeinada repetición de las que resonaron en el salón de plenos del Tribunal Supremo que acogió el juicio del "procés".
En el fondo, los testimonios de los testigos -en su mayoría los mismos que comparecieron en el juicio del "procés"- no se han desviado ni un milímetro de lo que ya dijeron en el Tribunal Supremo, pero en la forma, el tono, la vehemencia e, incluso, la emoción, han sido diferentes.
Tanto es así, que en este juicio con acusados de "segunda división" a nadie se le ha ocurrido pedir un careo, como sí se demandó en el Supremo, entre Ferrán López y el que fuera coordinador del dispositivo policial del 1-0, el coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos.
Ambos han repetido los argumentos que ya esgrimieron el año pasado ante el tribunal del "procés", pero o bien porque han sonado a repetitivos o porque los han expresado con menos vehemencia, lo cierto es que nadie ha hablado de confrontarlos.
Quizá el tiempo va haciendo su trabajo y relativiza todo. Y quizá por ese tiempo transcurrido, el relato de la secretaria judicial que llegó a pedir un helicóptero para salir de la Consellería de Economía el 20 de septiembre de 2017 y que finalmente abandonó por la azotea del teatro colindante, no haya sobrecogido como sobrecogió cuando declaró en el Supremo.
Si tiramos de hemeroteca, los testigos han utilizado frases idénticas en uno y otro juicio, lo que sin duda les deja en buen lugar. No han hecho más que responder a las preguntas de los fiscales y de la abogada de Trapero, que, por cierto, ha hecho gala de una exquisita educación en los interrogatorios.
Así las cosas, nos han vuelto a recordar que los mossos fueron pasivos el 1-O, que incluso llegaron a hacer seguimientos a los agentes de las fuerzas de seguridad del Estado, que no había "feeling" entre Trapero y De los Cobos, que destrozaron los coches de la Guardia Civil en el 20S...
Pero ahí ha estado Trapero para darle algo de emoción al juicio y dejarnos titulares como el que tachaba de "barbaridad" la hoja de ruta del Govern para alcanzar la independencia. O el que obligó a la mayoría de los medios a resaltar después de que el mayor sacara su lado más personal y asegurara que se había sentido "injustamente tratado".
Jugó también la baza de que él mismo se había ofrecido para detener al expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. Tenía un plan, pero lástima que no lo dejara por escrito y pudiera exhibirlo ante la sala.
Trapero sigue sentado al lado de su abogada, Olga Tubau, como le ha permitido el tribunal. No ha dejado de prestar atención a cada uno de los testigos y de supervisar las gruesas carpetas de su documentación para ayudar a su letrada.
La vista ya interesa a muy pocos. Se está desarrollando en un polígono alejado de donde se están cociendo otras cosas. Alejado de Moncloa y del Palau de la Generalitat. Alejado de la mesa de negociación que pactaron PSOE y ERC para ir buscando una solución al conflicto catalán.
Alejado también de las cárceles catalanas donde cumplen condena los acusados más "vip" del 1-O, que ya están disfrutando de permisos de salida en virtud de un artículo del Reglamento Penitenciario, el 100.2, que nunca antes se había evocado tanto.
El juicio a Trapero y a sus jefes prosigue, pero no contará con el testimonio de los testigos "estrella" que estaban citados, como Artur Mas y algunos de los condenados por el Supremo. Han sido "renunciados" por la defensa. Otro grano más que descafeína el juicio.