Una vida que para la mayoría de los supervivientes “se rompió entera”
Las víctimas del Alvia que han comparecido este jueves en la Ciudad de la Cultura siguen mostrando lo latentes que siguen todas las “pesadillas” provocadas por el accidente ferroviario de Angrois en el año 2013 y que aún hoy se materializan en secuelas psicológicas.
“A medida que lo físico se estabiliza, aflora lo demás”, ha señalado esta mañana una de las afectadas mientras explicaba las dificultades que ha tenido que afrontar en la última década para recuperar su “vida normal”.
Una vida que para la mayoría de los supervivientes “se rompió entera”, tal y como ha suscrito la pareja de una de las pasajeras del tren que ha tenido que declarar hoy. Y es que esta pareja, que iba a casarse dos días después del accidente, pasó a tener que convivir, según ha compartido la afectada, con el “recuerdo de un silencio de muerte absoluta”, el miedo de a coger cualquier medio de transporte y la implicación psicológica de las visibles secuelas físicas.
“En mi casa no tengo espejos porque verlo -su reconfiguración facial- es recordarlo todos los días de mi vida” ha manifestado al concluir su testimonio.
En cambio víctimas con secuelas menos evidente parecen haberse sentido juzgadas por médicos, su entorno laboral e incluso durante el propio transcurso de la sesión judicial a causa de las secuelas.
Afirmaciones como “rapidito, que tú no tienes nada roto” o el apremio de los médicos de la Seguridad Social por concluir la baja son algunas de las presiones a las que varias víctimas han estado expuestas, según han relatado tanto ellas como sus allegados.
En un tono similar se les ha cuestionado la temprana reincorporación a la vida laboral, a lo que una de las víctimas interpeladas ha respondido que pone “de tripas corazón” para la empresa en la que trabaja, ya que le quedan pocos años para jubilarse y no ve otra opción más que “pelear” en un intento de recuperar la cotidianeidad.
“Ahora que están pasando por aquí los testigos van ustedes a ver que aquí no hay nadie curado. Otra cosa distinta es que queramos seguir para adelante. ¿Qué me está diciendo, que estoy curado? No estoy curado. ¿Voy al psicólogo? No voy al psicólogo”, le ha espetado el segundo de los declarantes a la defensa de la aseguradora Allianz tras preguntar por la interrupción de tratamiento psicológico.
Este declarante, ha añadido que durante los años que ejerció en la Guardia Civil había visto accidentes en un plano en el que él no estaba involucrado, pero que lo vivido en este accidente le ha “superado”.
La afectación en el desarrollo de las relaciones interpersonales ha sido otro de los lastres con al que tanto víctimas como su entorno más cercano han tenido que acostumbrarse.
“Mi marido antes era un hombre de hierro. Desde el accidente no está bien”, ha apuntado una de las testigos.
“Mi hija nunca más habló del tema. Su forma de defensa es inhibirse del tema, olvidar”, ha detallado otra. Además, ha añadido que, a lo largo de los años que sucedieron al siniestro, “no había manera” de que su hija saliera de casa.
Respecto a si se produjo algo fuera de lo habitual el día del accidente, son varios los declarantes que han advertido que cogían la línea con asiduidad y que ese día en particular notaron una “velocidad exagerada”, a veces incluso en varios puntos del trayecto y no solo en el momento previo a tomar la curva.
Por lo demás, la sesión ha transcurrido con normalidad, si bien de los quince testigos convocados uno se ha ausentado por estar en el extranjero.
En lugar de comunicar la imposibilidad para acudir al juzgado, entregó un acta notarial de manifestaciones a su abogado, que la mayoría de las defensas no han dudado en rechazar.
Finalmente, la jueza al cargo de la instrucción, María Elena Fernández Currás, ha decidido no imponer multa, pero ha requerido la declaración de dicho testigo la próxima semana.