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Inmaculada Pérez emociona con un pregón lleno de amor

Habla de ella como señal de victoria, unión entre los hombres y amor de Cristo. Le dedica el final del pregón como símbolo cofrade

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  • Pregon -
Precedida por los sones de Aires de Triana, interpretada por la agrupación musical Amando Herrero, y por la emocionante presentación del cofrade Miguel Ángel Delgado, la vicehermana mayor del Medinaceli, Inmaculada Pérez Pizarro embaucó ayer a los presentes en el Teatro Municipal Florida con un pregón de la Semana Santa hecho desde la ternura y la devoción.

Pérez Pizarro comenzó hablando del pregón mismo, poetizando sobre cómo fue despertada de noche por ángeles que la inspiraron en su elaboración. Acto seguido, trasladó sus sensaciones a todos los presentes, apelando al pregón anónimo de cada uno, del nazareno, del costalero, del cofrade, del penitente, el de la oración del pueblo o el de “ese grito del alma que es la saeta”.

“Preguntaos y escucharemos la más hermosa oración”, señaló, instando, en un hermoso gesto de generosidad y de comunión, a “inspirar en cada uno su propio pregón”.

Luego, comenzó la pregonera a exaltar los detalles que apuntan a la llegada de la cuaresma, con el fin del invierno, las flores, las brisas de la primavera, el jugar de un niño, el rostro de una enamorada, y los olores, como el del incienso, el azahar, el cirio, el lirio, el clavel, las torrijas, el bacalao o el arroz con leche.

Inmaculada Pérez concluyó este recorrido resumiendo la Semana Santa en “descubrirlo a Él y encontrarnos con Ella. Ese es el olor, el sentir del corazón”, para, finalizar una primera parte del pregón exaltando a la Virgen de la Esperanza: “Tomo la Cruz de Guía de mi pregón y te lo entrego”.

En una segunda parte, la vicehermana mayor del Medinaceli comenzó a recordar su infancia en Algeciras, de la que dijo llevarla “en el corazón” y ser “faro de mi vida”.

Exaltó también a la Virgen de la Palma, patrona de la ciudad, señalando que “ya dije que mi pregón sería una cosa entre las dos”. La pregonera comenzó aquí a hacer un paseo por todas las cofradías, apuntando que, con el florecimiento de los naranjos, “Algeciras se convierte en Jerusalén”.

Y, llegado este punto, la pregonera hizo que el amor se convirtiera en el elemento protagonista de su exaltación, como valor predominante en la Semana Santa y en la vida.

En esta línea, Inmaculada Pérez exclamó que “todas las cruces de todas las injusticias de este mundo estaban ahí, entre mi Cristo y yo”, interpretando también la Semana de Pasión como una purga: “Jesús llega hacia mí abriendo la noche entre las tinieblas”.

En la eclosión final del pregón, habló de la cruz como señal de victoria, de unión entre los hombres y de amor de Cristo, y concluyó con unas emotivas palabras hacia su Medinaceli: “que salga a mi encuentro con sus ojos serenos y que desate las manos de mi querida Algeciras”.

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