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Frases de José Manuel Caballero Bonald, el poeta de la duda

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"Yo no sabría escribir ni vivir, si estuviera seguro de todo", decía José Manuel Caballero Bonald, Premio Cervantes 2012, en una de las múltiples entrevistas que ha concedido a Efe a lo largo de los años, en las que habló de su obra, de su vida, y reivindicó con frecuencia la necesidad de dudar.

"El que no tiene dudas, el que está seguro de todo, es lo más parecido a un imbécil", afirmó el escritor cuando publicó en 2009 "La noche no tiene paredes".

Un poemario que él mismo consideraba "una consecuencia" de "Manual de infractores", ese libro en el que este gran poeta y narrador defiende la insumisión, el descreimiento y la incertidumbre, y en el que, según decía, había "aprendido a usar las palabras de modo definitivo".

Con aquel "Manual...", de 2005 y publicado por Seix Barral como la mayoría de sus últimos libros, Caballero Bonald reaccionó ante las injusticias y desastres que se cometen en el mundo y volvió a "conectar con una actitud de desobediencia, de enfrentamiento a todo lo que sonara a gregario, a sumiso, a hipócrita".

En sus versos ataca con dureza "a los biempensantes, a los necios y a los que abominan del rango de infractores".

Bien metido ya en "los arrabales de la senectud", como suele decir con humor, Caballero Bonald tiene muy presente en sus últimos libros "el tiempo que huye", "la fugacidad de la vida". "El pasado está muy vivo en estos libros porque, a mí, lo que más me sobra es pasado; futuro es lo que me va faltando".

Se queja de algunos achaques propios de su edad, pero Caballero Bonald mantiene el espíritu joven porque siempre ha dicho lo que pensaba y porque "haber elegido permanecer en la brecha te rejuvenece".

"El que no se queda callado, el que iguala con la vida el pensamiento, tiene ya mucho ganado para rejuvenecer", le decía a Efe cuando cumplió 80 años.

Una edad a la que llegó con "una especial sensación de orgullo por haber dedicado su vida a la literatura". "Si no hubiese podido escribir, me tendría que haber inventado otro procedimiento para justificarme a mí mismo", aseveró en aquella ocasión.

"La literatura es una celebración de la vida", dijo también este poeta cuyo nivel de exigencia es muy alto. En más de una ocasión ha dejado claro que él no está capacitado para escribir mal, y "no es petulancia".

Lo dice porque no concibe "la literatura descuidada, apresurada, despojada de preocupaciones estilísticas. Eso es otra cosa, eso se puede llamar prosa administrativa, pero no literatura".

"Escribir es para mí una permanente indagación en el lenguaje. Las palabras de un poema deben significar más de lo que significan en los diccionarios", insiste.

El autor de "La noche no tiene paredes" se dedicó a la literatura porque es "un aventurero frustrado" y, aunque ha practicado casi todos los géneros, siente especial predilección por la poesía. "Un buen poema -asegura- es la máxima temperatura que puede alcanzarse manejando el idioma. Un buen poema justifica toda una vida. Ojalá me llegue algún día ese buen poema".

"La poesía es un buen antídoto contra el miedo". "La novela es, en general, otra cosa. Su más alto rango radica para mí en su lenguaje, en la calidad de su estilo. Lo demás me importa poco. El estilo es la vida", añade.

El mar es otra de sus "más perseverantes fijaciones poéticas", dice este escritor, que pasa largas temporadas en su casa próxima al Coto de Doñana.

"Ahora ya no es lo mismo que antes. Los años me vetan muchas cosas, entre otras la navegación. A vela, claro. En un velero hay que trabajar mucho, hay que moverse mucho, y yo ya no estoy para esos trotes. Ahora me limito a mirar el mar, a ver pasar los barcos desde las ventanas de mi casa de Sanlúcar. Qué remedio", afirma el escritor, que acaba de cumplir 86 años

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