Cuando algo cercano es golpeado parece que nos golpea a nosotros. Aún estamos en estado de consternación tras los brutales atentados terroristas que el Estadio Islámico ha cometido en París, ahí a la vera de este país que aún se sigue llamando España, ahí al lado de un país al que algunos intentan desvertebrar sin darse cuenta del gravísimo problema internacional que, en estos momentos, asola a la comunidad mundial. Conmocionados estamos por lo que ha pasado en París, un gravísimo ataque a la libertad, pero alejados estamos de la realidad que se vive en países que seguramente no sabremos ni situar en el mapa y que están asolados por las muertes, por las guerras que no terminan. Esos países que se desangran mientras que Occidente hace oídos sordos. No quiero con eso escribir que lo de Francis no tenga trascendencia infinita. Al contrario. La tiene y mucho porque hay unos lobos solitarios que están matando en nombre de Dios, un Dios al que ellos convierten en asesino. No es una blasfemia como diría el papa Francisco, es una mentira para buscar la muerte por la muerte cuando quizá todos esos golpes en nombre de la pobreza se podrían hacer trabajando desde dentro e intentando que en Afganistán no haya ya dos millones muertos, o 500 mil en la guerra civil de Somalia, o 320 mil en Siria, o 25 mil en la insurgencia chiita en Yemen, o 15 mil en la insurgencia islamista en Nigeria, o 60 mil en la guerra civil de Sudán del Sur, o 90 mil en la guerra establecida contra el llamado Estado Islámico, por no irnos a la insurgencia del Ejército de Resistencia del Señor en países como Uganda, Congo, República Centroafricana o Sudán del Sur que ha dejado cien mil víctimas mortales. El mundo se desangra allá en África y se desangra también en estos atentados terroristas en territorio occidental, donde entiendo que no es por una fe sino por intentar abortar una forma de vida en paz y en convivencia. Y se desangra con la barbarie que se ceba con cientos de miles de cristianos que por abrazar la Cruz están siendo asesinados, perseguidos. ¿Y qué hacen las grandes potencias? Eso es lo que debemos mirar día a día y no sólo cuando nos toca,
Jerez
La barbarie que no cesa
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