Coñazo

Publicado: 06/10/2021
Son importantes las formas, sí. Muy importantes. Tanto que el fondo puede quedarse allí, precisamente en el fondo, en el lodazal, en el barro del mal gusto...
Son importantes las formas, sí. Muy importantes. Tanto que el fondo puede quedarse allí, precisamente en el fondo, en el lodazal, en el barro del mal gusto si no se cuidan las maneras. Digamos que la ética puede ser muy burda si no se cuida la estética, que la línea que separa la gracia del ridículo es débil como alguna memoria, frágil como el cristal en el que quedan reflejadas esas personas que necesitan el exabrupto para llamar la atención porque el talento se quedó, seguramente, durmiendo en los brazos de la vulgaridad. 

Hay quien es capaz de criticar algo y admirarlo al mismo tiempo cambiando el discurso en función del escenario. Se trata de una actitud camaleónica, llamativa, muy habitual en las especies que requieren de escondite. Mutan, chillan donde la gente chilla, callan donde la gente calla, se acoplan, se amoldan. No tienen más personalidad que un reptil, arrastrado siempre por las hojas, los vientos, los troncos, el camino...el aire, las veletas. Hacen las gracietas y quedan bien donde quedan bien las gracietas. Mantienen las formas en aquellos lugares en los que resulta importante mantenerlas. Y así van por la vida, pontificando, dictando cátedras, creyéndose ombligos del universo que les rodean del que, por cierto, no se enteran un pimiento. 

A Sevilla le sobran advenedizos de este tipo, visitantes efímeros, buscaselfies, dueños de la sabiduría. Nada en esta ciudad, ni siquiera la espera -que viene de esperanza- necesita de árbitros, jueces o meapilas que dictan sentencia siempre a la espalda y con esa media sonrisa que anuncia que no se atreven a decir lo que sienten con la sonrisa dibujada al completo. En esta tierra nada se hace pesado si uno no quiere. A más, deberíamos pensar que las cofradías, las largas especialmente, las nutridas de hermanos, devotos y nazarenos, están compuestas por personas, por seres humanos que caminan, paran, vuelven a andar, se detienen y comparten un trayecto penitencial en origen del que finalmente participan adultos, personas de la tercera edad y niños. Y puede hacerse largo su tránsito. Y hermoso, y particular, y bello, y grande, y fantástico...y maravilloso. Es más, no deberían venir a verlos quienes entiendan que se trata de una visión insoportable. 

El presidente de la Unión de Hermandades de Jerez de la Frontera, tierra cofrade, guapa por castigo, hermana de Sevilla, tenía muchas formas para contar que ver cofradías en la capital de Andalucía puede conllevar una espera más larga de lo deseado. Y puede llevar razón, en parte. Pero si además de no saber saborear una espera, una bulla o una cola, no cuida las formas, debería quedarse en Jerez  y no darnos el coñazo. 
 

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