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La Pasión no acaba

Copas y lágrimas

Para mi amigo Fran siempre son las Macarena en punto porque el doctor Narbona no tiene agujas en su reloj, tiene dos Esperanzas: la que ven sus ojos en la...

Publicado: 15/04/2021 ·
08:22
· Actualizado: 15/04/2021 · 08:25
  • Fran Narbona, en el programa de La Pasión de este martes. -
Autor

Víctor García-Rayo

El periodista Víctor García-Rayo es el presentador y director del programa La Pasión de 7TV Andalucía

La Pasión no acaba

Dedicado al alma de

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Para mi amigo Fran siempre son las Macarena en punto porque el doctor Narbona no tiene agujas en su reloj, tiene dos Esperanzas: la que ven sus ojos en la Basílica y la que vive siempre radiante en su alma. A él se le nota macareno, pero macareno de manos amarradas, coraza, pluma, huerta, besamanos y lágrimas. De Parras, de atrio, de amanecida, de repeluco. Macareno de verdad verdadera. De andar por la vida sin caminar de acera en acera porque sólo sabe ganar metros de costero a costero, siempre muy elegante, claro. Fran Narbona rebosa macarenismo, lo vomita por los poros, lo sangra. Tiene el color blanco en la cabeza para recordar que la tuvo miles de horas cubierta por un costal, también blanco, y adora sus recuerdos de San Gonzalo (blancos) y su trabajo envuelto en una bata (blanca).


El doctor Narbona Soto es ese amigo que todos soñamos tener y de hecho algunos tenemos. Dispuesto siempre, presto, sin alharacas ni ojanas de la tierra (que ya es difícil). Fran te tiende la mano sin hacer ruido, se pega a tu zanco y te alivia las vueltas de la vida para que las pegues tranquilo mientras él se come los lomos, las lomas, los kilos y las horas. Fran siempre está, nunca falla y ha borrado de su diccionario la palabra “no”. Siempre tiene un “sí”.


Con mi amigo puedes hablar de todo, le puedes contar todo. Él pone su atención y su hombro y recibe la catarata de confesiones con ese cariño natural que las grandes personas atesoran de nacimiento. Te escucha y siempre tiene una solución y una sonrisa. Fran sabe estar en todas las circunstancias, no falla. Es puntual y pulcro, sereno y -cuando llega el momento- vehemente con aquello que siente en las entrañas. Adora a su familia y sostiene con orgullo que los latidos de los suyos suenan a arco, a sillón y camarín, a escalera que bajó la Virgen. Porque la Esperanza en el alma de Fran es la Virgen. Y se llama Esperanza.


Conoce igual de bien el silencio blanco que el grito desgarrado del color negro o la brisa ligera de una capa de nazareno que camina a prisa buscando la puerta de entrada a su templo. Fran ha trabajado pasos todos los días de nuestra Semana Santa y ha sido uno de los costaleros más notables que ha tenido Sevilla.


Pero yo no lo quiero porque haya sido un peón fascinante bajo las trabajaderas, ni porque sea un médico solvente de los que solucionan de verdad los males de los vecinos. Yo a Fran Narbona lo quiero porque siempre está, en las duras y en las maduras, para las copas y para las lágrimas, para el racheo largo y aliviado del compás abierto de la calle ancha y para ese momento en el que te hunde el paso y, enterrado, te tiemblan las piernas. Lo quiero porque para él siempre son las Macarena en punto.

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