La mentira es una conducta que se practica cuando se necesita enviar a otros señales falsas para que modifiquen su comportamiento hacia nosotros. La mentira busca tener efectos directos con los demás, y puede que para nosotros mismos también. La suelen practicar todas las clases sociales y todo tipo de personas, desde las de mayor cultura a las más ignorantes. Técnicamente, la mentira es una manifestación contraria a lo que se sabe o a lo que se piensa. Pero en la mentira manifiesta existe una intención evidente de engaño y de trampa, que en algunos casos puede llegar a ser delictiva.
Los mentirosos saben que lo que dicen no es verdad, y la etiqueta de piadosa es a veces una simple excusa para no afrontar la realidad. Los psicólogos expertos en conducta animal recuerdan que la mentira no es exclusiva de la raza humana, dado que muchos animal la emplean dentro de sus códigos de conducta, tales como los reptiles, las aves, los roedores, y por supuesto, los primates.
En los animales la misma especie ya ha comprobado que puede engañar para obtener aquello que quiere. Es una lucha por la supervivencia, se trata de obtener ventaja defendiéndose o reproduciéndose a través del mimetismo, el camuflaje, el cambio de forma o aparentar incluso estar muerto. Con el mimetismo vegetal, la planta imita la apariencia de su hábitat para así camuflarse hasta poder atacar a sus presas cuando éstas son más vulnerables.
La mentira es, además, uno de los pecados básicos bíblicos: No mentirás. Según la RAE, la palabra mentira significa mentir, inducir a error, fingir o aparentar, algo que suelen realizar los seres humanos, los animales y los vegetales.
El “embustero” tiene una forma de ser que se caracteriza porque siempre busca obtener beneficio. Y los expertos en conducta animal coinciden en que la finalidad que ellos persiguen es similar, y ponen de ejemplo el caso de algunas monas que “ponen cuernos” a su mono jefe, normalmente escondiéndose tras los árboles para copular con otros monos, algo que las lleva a valerse de artimañas bastante sofisticadas para su especie, pero que pueden ser muy parecidas a técnicas utilizadas por los humanos.
En los niños hay un proceso evolutivo que se rige por una evolución ontogénica que comienza con las fantasías y la imaginación, llegando hasta la creatividad y la fabulación, la inventiva y el pensamiento abstracto. De ahí que para los más pequeños, la mentira también tenga su sitio, su forma de relacionarse, su importancia y su vigencia. La mentira en niños es un signo de desarrollo cognitivo y de exploración social, que comienza ya a manifestarse a partir de los 2 años y a partir de los 4 para ocultar las trastadas que hacen. El alto índice de mentiras puede mantenerse durante toda la infancia. Muchos padres pactan con sus hijos que en la familia nuclear no van a mentirse nunca entre ellos y tratarán de cumplirlo siempre, tanto los niños como los padres. El nivel más alto de mentiras se alcanza durante la adolescencia, y disminuye a medida que la edad adulta va avanzando.
Por todo ello, podemos afirmar que existe una neurobiología de la mentira que tenemos que conocer si queremos controlarla y prevenir sus efectos en los adultos. Sería bueno que pudiéramos ser capaces de trazar una política educativa que nos llevara a una buena reflexión y que evitara la mentira como antídoto para la libertad y la racionalidad, alejándonos del engaño, la farsa o la manipulación. Porque la mentira, como conducta individual y social, se convierte de alguna manera en una forma de subdesarrollo mental cuando se trata de la forma habitual de actuar. Si se recurre a ella por cuestiones políticas y de interés público, estamos hablando de temas diferentes, pero en líneas generales, debemos alejar las mentiras de nuestra vida como signo de madurez y de responsabilidad. Porque no olvidemos que “la verdad nos hará libres”.