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Marginados en busca de un milagro papal

La maestra esperaba a primera hora de la mañana la llegada de Francisco junto a centenares de vecinos que se acercaron a las inmediaciones de la parroquia Saint Joseph Worker, un templo de ladrillo y uralita que se erige en mitad de este barrio, uno de los más pobres de Nairobi

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  • Kenia. -

Los conductores de "matatu", las furgonetas de transporte público que utilizan la mayoría de los africanos, gritaban a los viajeros en Nairobi: "¡Destino Roma!". Y los pasajeros subían sabiendo que iban a Kangemi, el barrio marginal que el papa Francisco visitó hoy en la capital keniana.

El papamóvil cambió adoquines, palacios y católicos bien alimentados de Roma por el barro, las chozas de chapa y los fieles que sobreviven con menos de un dólar al día. Y allí, Rose, profesora de primaria, pide un deseo: "Que nos bendiga y cambie nuestras vidas espiritualmente".

La maestra esperaba a primera hora de la mañana la llegada de Francisco junto a centenares de vecinos que se acercaron a las inmediaciones de la parroquia Saint Joseph Worker ("San Juan Trabajador"), un templo de ladrillo y uralita que se erige en mitad de este barrio, uno de los más pobres de Nairobi.


Un perímetro militar, el más férreo de los desplegados hasta ahora durante toda la visita a la capital, contuvo la efusividad de los vecinos, algunos de los cuales se han permitido el lujo de adquirir una estampita del papa o un banderín vaticano.

"La vida es difícil aquí", confiesa a Efe esta maestra católica, quien esperaba recibir, "por lo menos", la "bendición" de Bergoglio.

Mujeres en chanclas y abrigo esperan al papa desde el amanecer, acompañadas de sus hijos, de vacaciones escolares, y hombres que, durante unas horas, se vieron a forzados a cerrar sus negocios para no interferir en la caravana papal, que transcurrió por un camino recién adecentado con grava.

En los márgenes, decenas de callejuelas enfangadas por las lluvias de esta semana se pierden hacia el fondo del valle en que se asienta este suburbio multiétnico del norte de Nairobi, donde 100.000 personas viven sin agua potable ni alcantarillado y donde la electricidad se raciona, como en la mayoría de "slums" de la ciudad.

La calma se rompe con la llegada de la caravana papal y, por unos minutos, la multitud estalla en gritos, canciones y bailes para celebrar la llegada del pontífice, que ha levantado especial expectación en la gran comunidad católica de esta barriada.

"Padre, te recibimos con orgullo, somos los cristianos", le cantan al entrar a la parroquia donde se han dado cita representantes de todos los asentamientos marginados de la ciudad: Mathare, Korogocho, Mukuru o Kibera, uno de los barrios de favelas más grandes de África.

"Aunque el 55 % de los habitantes de Nairobi vive en asentamientos informales, estamos hacinados en el 5 por ciento de la superficie de la ciudad", lamenta Pamella Akwede, una vecina de Kibera que compartió hoy con el papa su experiencia de vida marginal durante su visita a la iglesia de Kangemi.

Eso se debe a la incapacidad del Estado para aportar "casas baratas a los pobres", dijo Akwede, quien recordó que la falta de escuelas públicas, de servicios sanitarios y de seguridad es habitual en todos estos vecindarios deprimidos.

"Mi humilde petición es que urja al Gobierno keniano a mejorar estos servicios en los asentamientos informales", manifestó la lugareña.

Para Risper Kigen, que trabaja con niños con discapacidad mental en el otro barrio marginal, Mukuru, el mayor problema es la apropiación de tierras destinadas a instalaciones públicas o viviendas sociales por gente poderosa.

"Esperábamos del papa que nos dijera cómo cambiar nuestras vidas", explica a Efe tras ver al pontífice.

Bergoglio abandona Kangemi y las cabras retoman el control de las calles del barrio, las mujeres extienden el género sobre mantas coloridas y los niños rodean curiosos a los forasteros.

Éstos apuran el paso porque, pese a seguir rodeados de militares y policías, "han empezado a robar a la gente", avisa un religioso.

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