En la provincia se vota poco desde siempre. Tan poco que ha liderado de manera permanente el ránking andaluz por abstención en las elecciones generales celebradas entre los años 1986 y 2011. No es opinión, es información. Lo confirma Ana Salazar, directora general de la empresa de estrategia electoral Idus 3, quien muestra una tabla con los datos de las ocho circunscripciones y señala el montón de celdas coloreadas en rojo bajo el nombre de Cádiz. Sólo en los tres últimos comicios, apunta a una columna primero y luego a otra, los almerienses y, por dos veces, los onubenses acudieron en menor medida a las urnas que los gaditanos. En tercer lugar, subrayadas en amarillo esta vez pero también de manera consecutiva, se sitúan las cifras de la provincia, que llegó al 38,85% de abstención en el año 1989.
El decano del Colegio Oficial de Ciencias Políticas y Sociología de Andalucía, Jaime Andreu, asegura que “en nuestra comunidad autónoma se registra de forma consistente un porcentaje de participación levemente inferior al del conjunto de España tanto en las elecciones municipales como generales”. De hecho, la participación es consistentemente menor en las elecciones de segundo orden, las municipales y autonómicas, con un 60%, que en las generales, en las que oscila en torno al 70%. En el caso de Cádiz, esta fluctuación se agudiza, de acuerdo a las conclusiones del estudio ‘Cambios en el comportamiento electoral en Andalucía: análisis del ciclo electoral 2018-2019’, elaborado en colaboración con Alejandro Romero Reche para la Fundación Centro de Estudios Andaluces. Apunta, además, a una regularidad detectada en los patrones de participación en las circunscripciones andaluzas: las provincias con más voto registrado son las de interior, especialmente Córdoba y Jaén; y las que menos, las costeras, con la nuestra al frente de manera habitual.
El director de SW Demoscopia, Juan Miguel Becerra, señala a otra característica territorial que determina la abstención de Cádiz: la provincia tiene pocos municipios, 44 hasta solo hace unos meses, cuando se constituyó el Ayuntamiento de San Martín del Tesorillo, un número similar al de la Región de Murcia. Además, casi dos tercios de sus localidades tienen más de 10.000 habitantes censados. Córdoba, por ejemplo, sólo tiene un tercio de municipios con tantos vecinos. Y este no es un asunto menor. Las series estadísticas arrojan como conclusión que cuanta menor población tenga un municipio, más participación registra, y a la inversa, en aquellos que hay una mayor población se vota menos. Aporta datos al respecto: en los pueblos de menos de 5.000 habitantes, se anotan cifras de participación del 70% de media; en los municipios de 100.000 habitantes, el porcentaje cae al 60-62%; finalmente, en el caso de las grandes urbes, con medio millón de habitantes, la participación se sitúa de manera regular por debajo del 60%. Becerra afirma que esta disminución de participación se debe a que las ciudades albergan mayores desigualdades sociales y económicas y tienen bolsas de pobreza, a diferencia de las pequeñas localidades. La fórmula es sencilla: a menos renta, menos participación en las elecciones. E ilustra con cuatro ejemplos esta relación: La Línea, Barbate, Sanlúcar y Puerto Serrano lideran las tablas de desempleo y de abstención. Remata con otro caso: en Jerez, el porcentaje de electores que depositan su papeleta en la urna es 20 puntos mayor en la Avenida Álvaro Domecq, donde los vecinos declaran mayores ingresos, que en la Zona Sur, con vecinos con menos recursos económicos y más desempleo.
A motivos sociolaborales también apunta Salazar para determinar la abstención, pero advierte de que no hay estudios expresamente realizados sobre las causas últimas de la abstención en el caso de Cádiz. Y recuerda que hay excepciones al respecto. Para Andreu, sin embargo, la causa de la abstención se encuentra en uno de los tres modelos clásicos de explicación del voto, que atienden a diferentes factores. En el caso de Cádiz, considera que la falta de participación y el signo del voto, igualmente, “es resultado de un cálculo más o menos intuitivo de los costes y beneficios de la elección de cada opción política, no sólo económicos”. Es decir, se imponen aspectos estratégicos fundamentalmente. De esta manera, no considera decisiva la posición social (estatus, origen o religión, entre otras) en el comportamiento electoral. Pero tampoco es clave, en su opinión, la tradicional identificación del ciudadano con un partido o la adscripción ideológica posterior en términos del eje izquierda-derecha.
Esto último explicaría, además, los fenómenos de orientación, concentración y fragmentación del voto registrados en las dos últimas décadas y compartidos por la provincia de Cádiz y Andalucía. En primer lugar, el PSOE ha perdido su hegemonía a nivel autonómico. Los socialistas quedaron en segundo lugar en los comicios del año 2012 y perdió el Gobierno regional en tras los comicios de diciembre de 2018. Por otra parte, el bipartidismo, reforzado durante la primera década del siglo se desintegra a partir del año 2015 en una tendencia de creciente fragmentación del voto con la irrupción de los nuevos partidos políticos, Ciudadanos, Podemos y Vox. En Cádiz, además, ha presentado candidatura Más País, la formación de Íñigo Errejón, aunque con escasas opciones de conseguir representación. Finalmente, el bloque de izquierdas pierde también su hegemonía a nivel autonómico, y la menor participación, remarca el decano del Colegio Oficial de Ciencias Políticas y Sociología, refuerza el bloque de derechas. En la provincia, en los últimos diez años, el PP tenía una clara supremacía sobre el PSOE y, en las dos confrontaciones electorales posteriores, ya en la dinámica de bloques, el de la izquierda adelanta al de la derecha y, posteriormente, el de la derecha queda relegado por el de la izquierda. En este sentido, el desplazamiento del bipartidismo hacia la política de bloques, concluye Andreu, es claro. El multipartidismo vino para quedarse. Lo comprobaremos en una semana. También miraremos con mayor atención la abstención.