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La UCA suma 20 años de investigación en el ‘continente helado’

La buena salud del Tratado Antártico, que cumple 60 años, preserva la zona como laboratorio natural donde los científicos desarrollan una valiosa labor

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  • Los investigadores de la UCA trabajan en condiciones extremas en Isla Decepción. -

El 1 de diciembre se conmemoró el 60 aniversario de la firma del Tratado Antártico, rareza, por exitosa, de la política internacional en la historia reciente. Doce estados suscribieron el acuerdo en 1957, en plena Guerra Fría, impulsado por la participación de miles de científicos en el Año Geofísico Internacional y tras medio siglo de reclamaciones territoriales por parte de Gran Bretaña, Argentina, Chile, Francia, Nueva Zelanda o Australia. Hoy son 45 los países, entre los que se halla España desde 1982, encargados de velar por la conservación de la región como zona pacífica destinada exclusivamente a la investigación. Y la Universidad de Cádiz (UCA) participa de forma activa y de manera ininterrumpida en esta labor desde hace dos décadas.

Esta misma semana dos miembros del equipo dirigido por Manuel Berrocoso, investigador principal, pusieron rumbo a la zona para tomar parte en una nueva campaña aprovechando el verano austral. Amós de Gil, integrante del Laboratorio de Astronomía, Geodesia y Cartografía de la Facultad de Ciencias, y Carlos González, del Centro Geográfico del Ejército, hicieron un alto en el camino en el Paso de Drake, antes de alcanzar Isla Decepción, para honrar a las víctimas del accidente aéreo del avión chileno con 38 personas a bordo desaparecido el lunes 9 de diciembre. No es habitual este tipo de sucesos, pero cuando pasa, tienen consecuencias devastadoras.

De Gil y González van a trabajar en un ambiente hostil, con temperaturas a cero grados, con una sensación térmica de menos veinte. Su cometido es el desarrollo de aplicaciones automatizadas para, en situaciones de crisis volcánicas, establecer pronósticos a corto plazo. A principios de año se sumarán al contingente otras dos científicas del laboratorio de Astronomía, Geodesia y Cartografía, Belén Rosado y Valme García, para la evaluación del estado volcánico de Isla Decepción. La experiencia adquirida en estas materias en la Antártida, “un auténtico y privilegiado laboratorio natural”, en palabras de Berrocoso, ha permitido a la UCA participar en el despliegue de una red del control de la actividad volcánica en el Teide y El Hierro y, también, en la Bahía de Cádiz para la prevención de tsunamis.

El trabajo, valiosísimo, obliga a jornadas extenuantes. Si la meteorología obliga a resguardarse en las bases españolas, Gabriel de Castilla y Juan Carlos I, se adelanta faena en el análisis de datos. Al principio, solo hay dos horas de noche en cada día, pero el sueño vence. Berrocoso suma doce campañas y admite que está deseando volver. La Antártida engancha. Aunque es duro. “¿Duro?”, se pregunta.  “Duro es no ver a la familia”, responde. “Al menos ahora, podemos hablar. Hace 20 años te soltaban allí en diciembre y hasta la vuelta”. Pero no hay mejor sitio en el mundo donde investigar. Por ello, remarca la importancia del Tratado Antártico. El acuerdo contaba con un periodo de revisión de 30 años que, sin embargo, se ha mantenido hasta hoy. El turismo, la presencia de valiosos recursos minerales y el cambio climático son las principales amenazas. “Todo podría venirse abajo con facilidad”, advierte. Las consecuencias serían catastróficas para la Humanidad.

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