Aunque
el PP-A se afana en exhibir unidad en torno a la solución para desatascar el congreso provincial de los populares en Cádiz, subrayando el concepto en el escueto comunicado remitido a los medios este viernes informando de que
Bruno García sustituirá a Ana Mestre, lo cierto es que el acuerdo alcanzado entre las direcciones autonómica y nacional solo es un
nuevo intento de integrar los dos bloques enfrentados en el seno de la formación desde hace una década.
Lo tradicionalmente convenido es que el presidente proponga o, al menos, sea consultado sobre la elección del número dos. Pero el exconcejal del Ayuntamiento de Cádiz y parlamentario andaluz
no ha sido interpelado al respecto. El nombramiento del alcalde de El Puerto, Germán Beardo, como secretario general ha sido
impulsado por el entorno de Antonio Sanz, muy crítico con la gestión de Mestre y que, a priori, recupera influencia en la Ejecutiva.
Es pronto, no obstante, para valorar quién gana o pierde. La
negociación para componer el endiablado puzle de la dirección de un partido profundamente dividido no se ha puesto en marcha todavía. Parece claro que
José Loaiza continuará al frente del grupo provincial de la Diputación y
José Ortiz mantendrá, igualmente, responsabilidades en el nuevo organigrama.
Pero
habrá que aclarar el futuro inmediato de piezas como Carmen Sánchez, Eva Pajares, Domingo González Gil o Antonio Montero, o si el PP de Cádiz se decide a aprovechar la experiencia de cargos públicos como
Teresa Ruiz-Sillero. Ellos, entre otros, representan la nueva hornada de dirigentes que reclama voz y proyectos propios, frente a las hipotecas del pasado y las cuotas territoriales (Jerez, Cádiz, Algeciras, representados por María José García-Pelayo, Teófila Martínez y José Ignacio Landaluce, más el poder de Antonio Sanz y la influencia arenista).
Ni el futuro presidente ni el secretario general lo tienen fácil en general, pero menos en cada caso particular.
Bruno García ha de conseguir que la lealtad de Ana Mestre sea efectiva. La delegada del Gobierno en Cádiz tiene poder institucional, recursos humanos y económicos suficientes para eclipsar a su sucesor. Este
habrá de esquivar las lanzadas de quienes se han enfrentado abiertamente a la presidenta, con el concejal del PP de Jerez Antonio Saldaña a la cabeza y que ya reclama protagonismo en el partido para su reducido grupo de fieles.
Germán Beardo, por su parte,
habrá de ejercer como secretario general sin descuidar la Alcaldía. Con mayoría relativa, la entrega diaria le ha granjeado el afecto de los portuenses en un tiempo récord. Desatender sus habituales obligaciones podría pasarle factura. Además, está por ver si se despega la pegatina que le vincula con el bloque crítico y que despierta suspicacias.
Si lo hiciera, sería un primer paso para cerrar heridas y
llevar a cabo la tan necesaria regeneración de unas siglas que atraviesan un muy mal momento en términos electorales y territoriales.
No es cosa únicamente de Beardo. Si ambos asumen que lideran un tiempo nuevo y cortan amarras, podrían
dar carpetazo al conflicto larvado durante la última presidencia de Antonio Sanz y enconado tras su marcha con el nombramiento apresurado de Ana Mestre en julio de 2019. Tanto Madrid como Sevilla desecharon entonces la idea de abrir un
periodo de transición antes de la celebración de un congreso provincial para coser entretanto al partido, muy afectado por las derrotas en las urnas entre 2015 y 2019, y con un grupo de presidentes locales y ex alcaldes que se vieron relegados a un segundo plano durante esos cuatro años y, muy especial e incomprensiblemente, con la histórica conquista del Gobierno andaluz por parte del PP después de 40 años ininterrumpidos de hegemonía socialista.