San Fernando no siempre estuvo a la cola de la Bahía en plazas hoteleras y de hecho, en 1992, cuado se abrió el complejo Bahía Sur, se encontraba en una destacada posición gracias al hotel y apartamentos y a que Chiclana sólo acababa de comenzar a construir el gigante en que se ha convertido Novo Sacti Petri.
A esa oferta más que aceptable se unía la presencia de una firma de solvencia en la gestión del hotel y de los apartamentos, el grupo Barceló, que en los once años que estuvo al frente del complejo lo convirtió en un referente en la Bahía.
Por eso, y aunque ya San Fernando en 2003 se había quedado muy lejos del resto de las poblaciones en número de plazas en el mercado, la preocupación fue mayor cuando se supo de las intenciones del grupo Grubarges de vender una buena parte de su patrimonio.
Grubarges -y hablamos de finales de 2003- estaba participada por el BBVA, FCC y Barceló y la intención era la de desprenderse de la mayor parte de sus hoteles, hasta un total de 25 en España y Estados Unidos, entre ellos el ubicado en San Fernando.
Fue entonces cuando apareció la empresa Complejo Bahía Sur SL, apadrinada por la multinacional Cargill a través de la filial inglesa Legar Company, con grandes negocios en Rusia, que llegó con “promesa de compra” sobre el complejo para la compra del derecho de superficie y de la propiedad beneficiaria sobre las fincas que lo componen.
Dos frentes distintos
Desde el primer lugar se dejó traslucir -y luego se confirmó- que la compradora de esos derechos iba a actuar en dos frentes distintos, uno con el hotel como campo de operaciones y otro con los apartamentos, hasta el punto de que en los primeros meses el propio grupo Barceló optaría a la gestión del primero, lo que al fin y al cabo llevaría la tranquilidad a los trabajadores del mismo.
Al final la gestión la asumió la firma HG Hoteles el 15 de diciembre de 2003, e incluso sus representantes pusieron sobre la mesa del entonces alcalde, Antonio Moreno Olmedo, su intención de potenciar no sólo el complejo hotelero sino de promocionar otros aspectos turísticos de la ciudad, como la playa de Camposoto, a través de distintos convenios con el Ayuntamiento.
La empresa HG Hoteles, con el suficiente prestigio como para haber mantenido en primera línea las instalaciones de San Fernando, apenas estuvo dos meses y sin haber terminado el plan de negocios que estaba ultimando.
A partir de ahí es cuando todo el protagonismo pasa a manos de Complejo Bahía Sur SL y San Fernando Resort Bahía Sur SL, con Elías Rodríguez-Viñas como cabeza visible en todas las negociaciones, a la vez que comenzaba el proceso de venta de los apartamentos con unos precios realmente bajos para como estaban en esa época, aunque entonces no se daban a conocer todavía las obligaciones que contraían los compradores en lo que al mantenimiento de los inmuebles se refería. Y es fácil imaginarse lo que es vivir en un hotel.
Entonces todo se complica. Las inmobiliarias ponen en su paquete de ofertas los apartamentos y bungalows como una simple oferta residencial y comienzan a llegar los primeros clientes, tanto al propio complejo de Bahía Sur donde se abre una oficina que aún hoy sigue abierta -porque al final parece ser que la operación no fue tan bien como se preveía-, como a las cientos de inmobiliarias de toda la provincia y parte de España.
Sin información
Este periódico recabó información en varias de ellas e incluso en la oficina del complejo y en ningún momento advirtieron de las servidumbres y condiciones especiales en que se encontraba el complejo, catalogado como hotelero y sin posibilidad alguna de cambiar esa catalogación.
Esto es, que los matrimonios jóvenes que se interesaron por la oferta y que incluso compraron, lo hicieron con el convencimiento de que podrían vivir allí, aunque también es cierto que muchos otros se vendieron a inversionistas de distintas partes de España que tenían claro desde un principio de qué producto se trataba.
Se dieron casos en los que la publicidad era tan alarmantemente engañosa que el propio Ayuntamiento de San Fernando -siempre tras la denuncia previa de este periódico- tuvo que intervenir, como en el caso de la página de Intelyco, domiciliada en Jerez, en la que además de la oferta deportiva y comercial del complejo, hablaba incluso como una realidad del campo de golf que los andalucistas querían construir en los terrenos militares de Camposoto.
La página de Intelyco ofertaba también un hipotético puerto deportivo a 500 metros del complejo “(actualmente en construcción)”, en referencia al Club Náutico de la Casería. O sea, todos los proyectos que Antonio Moreno iba vendiendo en cada proceso electoral, y no hay que olvidar que en 2003 hubo elecciones municipales varios meses después de los acontecimientos que se narran.
Con esos mimbres comenzaba el desmantelamiento de lo que hasta esos momentos había sido una oferta única de la ciudad que había funcionado a la perfección bajo la gestión de Barceló y que había durado desde la mismísima inauguración del complejo, en el año 1992.
Comenzaba también una situación complicada para los que habían comprado los apartamentos como si compraran una vivienda, sin enterarse de lo que sobre el papel vendría después. Porque la práctica, a lo que se está viendo, es más complicada.