Cuando se lleva un tiempo sin ir por allí lo primero que se piensa es qué hace uno dentro de los polvorines de Fadricas, por la parte de la playa? Pues que no hay vallas, no hay barreras, no hay alambres.
Los polvorines, esos monumentos de la arquitectura militar, con tantas utilidades como pueden tener -salas de concierto insonorizadas a prueba de bombas, lugares de ensayos para las bandas...- están al alcance de todos, para que todos puedan verlos, admirarlos, recrearse en el pasado reciente, hacer un butrón en un sitio escondido para entrar y salir sin ser visto, hacerse fotos donde antes no podían...
Junto a los polvorines ya sin barreras -decir recuperados es demasiado, porque en realidad están abandonados- la playa de Caño Herrera, playa para perros porque las playas para perros son las que no están acondicionadas para el baño, no las que están acondicionadas para el baño y se desacondicionan, un paisaje maravilloso con la bahía como telón de fondo, el puente de la Pepa y Bahía Sur cerquita. (Eso sí, una manguerita a la salida de la playa para darle un maguerazo al perro (o la perra), que a ellos y ellas les gusta (o no, pero es necesario).
Pues ahí están. Esperando el proyecto de las tres megapiscinas públicas o el de la ciudad de los jóvenes, el del paseo marítimo para ver atardeceres y zonas verdes... junto a un mazacote de bloques de pisos para pagar todo el resto. Lo malo es que a ver quién construye pisos, quién los compra y cómo estarán los polvorines por dentro y por fuera dentro de un año si alguien no ordena las cosas. ¡Y con lo lejos que está aquello...!
Al filo se esta noticia, se ha informado a este periódico que las vallas están así desde que las roban cada vez que se ponen y que hay un vigilante pagado por el Ministerio de Defensa "que no puede abarcar todo el recinto, pero que aquello sigue siendo una propiedad de Defensa y está prohibido el paso".
Pero poder entrar, se puede. Otra cosa es que no se deba.