Aniceto Marina es uno de los escultores olvidados de principios del siglo XX cuando es uno de los mejores a nivel europeo. Es el autor del monumento a las Cortes de Cádiz en 1912 y el Velázquez que está en el Museo Del Prado en Madrid, que es de 1898 y la estatua ecuestre del general Varela la realiza en el año 1942, por lo que se trata de “una obra madura de un Aniceto Marina, un escultor que desarrolla toda una carrera estatuaria y que sin lugar a duda es una maravilla artísticamente hablando”.
Lo explica el escultor isleño Antonio Mota, licenciado en Bellas Artes, en un reportaje realizado por Santiago Muñoz para Radio La Isla, quien añade que es además “una de las pocas esculturas que cuenta con un basamento que va más allá del clásico paralepípedo rectangular o cuadrado simple con placas a los lados. Tiene también una talla en piedra de toda la hojarasca, ese personaje, la musa, que está conversando con el protagonista… En fin, la obra y no sólo la estatua sino también los relieves son de un magnífico dibujo y de una magnífica factura. Artísticamente creo que es una obra que nunca debería de salir de San Fernando”.
De todas formas y sobre este autor en particular, no es la primera vez que se intenta que desaparezca una obra suya. En Getafe -explica Mota- desapareció un Sagrado Corazón que fue dinamitado en el año 36 ó 37 y después se perdieron obras valiosísimas de estatuaria de mesa, de dibujos, bocetos… porque la casa taller de Aniceto Marina en Madrid fue bombardeada por las fuerzas franquistas. “El amigo Aniceto sufrió por ambas partes, políticamente hablando”.
“Un escultor como Aniceto Marina, Mariano Benlliure… son escultores que trabajan en función de la sociedad que les toca vivir. La historia reciente en general siempre es cruel porque destroza todo lo que ha venido después. Eso hacen nuestros políticos, que en cuatro años de legislatura echan para atrás lo que han hecho los anteriores. Eso que ocurre en política ocurre en el arte y ocurría ya en Roma, donde el emperador nuevo le quitaba la cabeza a la estatua del anterior y le ponía la suya, de ahí que Roma se especializa en el retrato y no en la escultura”.
Y cuenta también Mota cómo el triunfo del cristianismo en Roma hace que los cristianos pasen por la pira toda la estatuaria romana y sólo quede una estatua ecuestre de Marco Aurelio “porque lo confundieron con Justiniano, que era proclive al cristianismo. Eso quiere decir que aquella historia reciente fue tan cruel como lo son todas”.
Volviendo a la estatua ecuestre de Varela, Mota dice que de esta estatua han mamado muchos escultores. “Tenemos ante nosotros una escultura que vale su peso en bronce. ¿Qué se puede hacer, que es la pregunta del millón? Que esta obra se quede donde está o se traslade a otro sitio, no debe salir de San Fernando. Y hay que conservarla tal cual porque la escultura no sólo es el bronce; la escultora es el conjunto completo”.
Otra cosa es el “problema grave económico” que supone quitar la escultura porque “quitar esto de aquí vale mucho dinero”. Pero sobre todo “que no salga de San Fernando, que no tire para los cuarteles militares de Sevilla o que acabe en una nave porque no saben qué hacer con ella. Tenemos que tener dos dedos de frente y dejar que la historia reciente llegue a ser Historia de verdad”.