Anda nuestro presidente autonómico muy cabreado estos días, enarbolando la bandera de la defensa de Andalucía y sus señas de identidad con tal rabia y fuerza que cualquiera diría que fue oficial de la notaría de Blas Infante y que mamó, de primera mano, la esencia del andalucismo desde sus más tempranas raíces.
Se ha implicado mucho en el tema, llegando incluso a exigir a la televisión catalana TV3 que pida perdón a los católicos por sus afrentas a los sentimientos religiosos y a los andaluces por su visión supremacista de nuestras costumbres. Hombre, no te digo que esté mal, pero creo que llega un poquito tarde y que rezuma una mijita de hipocresía y doble vara de medir.
Puestos a pedir perdón, podría empezar por sus ex socios de gobierno en la sombra, que han puesto al Padre de la Patria andaluza de subnormal para arriba, islamista, yihadista y todas las lindezas que al partido de ultraderecha se le han ocurrido en todos estos años. Luego, continuar por todos y cada uno de los cargos del partido genovés que se han reído, ninguneado, insultado o menospreciado nuestra habla cada vez que les ha venido en gana, ya sea para atacar a una ministra o para menospreciar a los estudiantes andaluces. Esos mismos estudiantes que suelen ganar los premios a la excelencia año tras año, los únicos que obtienen plaza para las más flamantes universidades extranjeras.
Puede seguir ese camino de absolución aplicándose a sí mismo el parche, por ejemplo pidiendo perdón al alrededor de medio millón de niños andaluces no tienen pediatra, o a todos los que vamos a pagar por derivar las consultas de atención primaria a la sanidad privada, lo que supone una privatización del sistema. Por no hablar de los recortes en educación universitaria, de la disminución del número de profesores en Primaria, el tijeretazo en todo lo que tenga que ver con los pilares del estado de bienestar, o el atentado ecológico que suponen las nuevas medidas a aplicar en Doñana, disparando con pólvora que no es suya y jugando con una multa que no va a pagar él, sino todos y cada uno de los andaluces.
Está muy bien ver la paja en el ojo ajeno, pero mejor es vislumbrar el bosque en el propio. Porque, en caso contrario, se le quedan a uno las vergüenzas más al aire que el tobillo de un moderno.