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Provincia de Málaga

Un Juan Dávila de récord hace pecar a Fuengirola

El irreverente humorista congregó a más de 5.000 personas en Marenostrum Fuengirola, mejor registro histórico de su gira 'La Capital del Pecado 2.0'

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  • Juan Dávila, el pasado viernes en Marenostrum Fuengirola. -

Juan Dávila comenzó su show de este pasado viernes en Marenostrum Fuengirola metiéndose hasta con el apuntador. Una cámara iba pasando fila a fila enfocando a la gente mientras el cómico iba comentando la jugada desde un lugar indefinido. Calvos, tíos con gafas o personas que con sonrisa extraña eran carne de cañón.

Esto era sólo la antesala de lo que quedaba por venir. Y es que, el que va a una de sus actuaciones, sabe a lo que va. Y si no lo sabe, más vale que sea una persona sin tapujos. Porque a la Capital del Pecado 2.0 se va precisamente a eso: a pecar.

Como es costumbre, al escenario subieron diferentes personas que posteriormente le darían juego durante la más de hora y media que estuvo actuando. El elenco te lo firmaría el mismísimo Arévalo: había una rumana, un tullido, un señor con sobrepeso -que resultaba ser su pareja y tenía un BMW-, un legionario o un culturista con músculos hasta en las cejas. A eso, le añades la espontaneidad del querídisimo Dávila y el cocktail sólo podía ser molotov.

No le dio tiempo a repasar los siete pecados capitales. Lo intentó, pero las situaciones se perdían en sí mismas. Le dio tiempo a hablar de la ira, la envidia y la lujuria. Eso, sobre el papel. Fuera de carta esperaba todo un sinfín de sinsentidos.

Un muchacho de 16 años fue su puchimbol personal. El muchacho enamoró al público, Juan Dávila supo verlo con maestría y ya chupó casi tanta cámara como él. A decir verdad, no fue lo único que chupó el muchacho. Y hasta ahí puede leer un servidor.

Las bromas se fueron sucediendo y los más de 5.000 asistentes (récord absoluto de toda la gira) eran incapaces de contenerse las risas. El colofón final vino de la mano de Loli, una señora de 66 años que también pecó. Hacía dos días que había pecado, pero no pasaba nada. Dávila se quitó los pantalones y le dedicó un striptease de lo más íntimo que disfrutaron millares. Con ello, tocó a su fin un espectáculo que, por nuestro bien como sociedad, bien debe ser infinito. Juan Dávila es humor, es irreverencia pero, sobre todo, es lección de vida.

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