El
estreno de Navigalia ha sido respondido con gran
expectación por los sevillanos, que
llenaron los primeros pases de la Navidad
a pesar del frío y de las colas, especialmente a la entrada de cada pase, y de
algunas aglomeraciones a la salida, solventadas con paciencia y rapidez, en un espectáculo que
recordó y mucho al del lago de la Expo, con
Curro incluido al término del show, y que intenta
descentralizar la oferta de las fiestas trasladándola al río, con una
zapata de Triana que ha sido, en verdad, el verdadero transmisor del cuento del puerto secreto donde los reyes desembarcan para entregar los regalos.
El
circuito creado por el Ayuntamiento y Acciona para
acceder al Muelle de la Sal, blindado al público visualmente en el Paso de Colón para evitar aglomeraciones, con entrada por la calle
Radio Sevilla y evacuación a través de las
diferentes salidas que tiene el muelle en dirección hacia la Torre del Oro,
funcionó.
Eso sí,
no pudo evitar las colas en las entradas de cada pase, que en el primero llegaban hasta el mercado del Barranco, y
la salida en tropel hacia el puente de Los Remedios, pero con paciencia los sevillanos
suelen gestionar las bullas sin incidencias y en poco más de
veinte minutos la zona quedaba casi despejada en espera del siguiente pase.
El
tránsito por la
acera del Puente de Triana que daba al espectáculo
se cortó al paso poco antes de que comenzara el espectáculo y el abundante público que iba y venía
tuvo que usar sólo la acera que da hacia
Chapina,
sin que fuera necesario cortar el tráfico rodado en ningún momento, aunque la
intensidad fue notoria en determinados instantes, coincidiendo con la
máxima afluencia de público para entrar, ya que fue la zona de la Torre del Oro y el puente de San Telmo la que soportó el grueso de los asistentes en su salida.
Mientras las
gradas se iban llenando poco a poco, con
un frío húmedo que obligaba a usar guantes, bufandas y gorros (y lo que se pueda), los menos afortunados,
más de tres mil, se iban colocando de pie de cara al río para poder ver el espectáculo, más de
4.600 personas entre los que destacaban especialmente las
familias, con muchos
menores, pero también muchos
mayores, para ver un espectáculo de poco más de un cuarto de hora. El
lleno parece garantizado durante todas las Navidades con casi la totalidad de las 222.000 entradas solicitadas a través de la web del espectáculo.
Y había que
mirar especialmente a la zapata de Triana, porque era cierto que no se podía apreciar nada desde la calle Betis, ya que
el gran peso de la narración del cuento se proyectaba sobre el muro, aunque lo que más llamaba la atención eran las
proyecciones sobre las pantallas de agua, que, dependiendo de donde se estuviera,
se veían con más o menos claridad, como ocurría en el Lago de la Expo.
El
cuento ciertamente
mezclaba la historia de Sevilla con la Navidad, con Esperanza como protagonista y su abuelo como narrador, más los sueños de la pequeña. Los
Reyes Magos, cada uno de ellos y su historia, eran proyectados sobre el agua, igual que
su camino hacia Sevilla, en un viaje en la que se encontraban con
piratas (aunque su barco desapareció por momentos por un
fallo técnico en el primer pase) y
animales fantásticos, hasta llegar a ese puerto que
sólo conocen los que creen en la Navidad y que es Navigalia.
Las
proyecciones sobre la zapata y los cañones de luces destacaron sobre el resto del espectáculo, aunque con
matices, porque sorprendió e incluso dio bastante calorcillo, los
cañones de fuego en el momento de la pequeña
batalla naval, igual que el
colorido de algunas de las proyecciones sobre las pantallas de agua.
Pero el
más aplaudido fue, sin duda alguna,
Curro, la mascota de la Expo 92, que se paseó y saludó desde una moto acuática al final, un guiño a las tres décadas de historia de este tipo de espectáculos. Eso sí, también hubo alguno que se cuestionó qué pintaba allí Curro...
Los datos del espectáculo
Acciona Cultura, la empresa que ideó el espectáculo del lago y que ahora vuelve a Sevilla con Navigalia, ha diseñado la puesta en escena en
tres planos diferentes: el primero es la
lámina de agua del Guadalquivir; un segundo plano se encuentra a unos 40 metros, co
n tres pantallas de agua de grandes dimensiones, y un tercer nivel; en la
orilla de Triana, en la zapata, que se usa como un
lienzo de 120 metros de ancho.
Se han empleado
pantallas de agua, técnicas de videomapping en la zapata, iluminación robotizada y efectos especiales, así como una banda sonora original, un audiovisual guiado por una voz en off con una envoltura musical y
distintos efectos de sonido para potenciar las composiciones de vídeo 3D.
En cuanto a la
iluminación, a uno y otro lado del río se han desplegado una
batería de focos robotizados para realizar coreografías de color tanto aéreas como sobre la superficie misma del agua, iluminación que llega también al
Puente de Triana, que llega a ser
incluso “mapeado” con láser de forma totalmente sincronizada con la banda sonora del espectáculo.