En
2015 abrió en la emblemática calle Sierpes de Sevilla la
librería Verbo, que ocupa todo el
patio de butacas y el escenario del antiguo Teatro Imperial, que se había inaugurado 111años antes. Ahora,
Verbo intenta sobrevivir en medio de una
crisis que ha obligado a
cerrar en la ciudad varias librerías en los últimos años, aunque otras como
Fran Nuño, de 10 metros cuadrados, todavía aguantan.
Y es que puede que
la capital andaluza
no se pueda
permitir el lujo de perder más librerías, tras cerrar en 2023
El gusanito lector, Caótica o Isla de Papel, pero debe ser por sus dimensiones, casi 1.000 metros cuadrados, o por ocupar todo un teatro, desde sus taquillas al escenario, que
el anuncio de la crisis de esta librería ha resonado con más fuerza que los cierres de otras empresas que se dedican a lo mismo.
Con Verbo no se puede hablar de una “histórica ubicación”, porque la librería como tal en este sitio
solo lleva desde 2017, cuando
tomó el relevo de la desaparecida Beta, que era hasta unos años antes quien funcionaba vendiendo libros en el mismo sitio, pero los sevillanos se han acostumbrado a tener su
librería-teatro, y en una ciudad donde el orgullo se manifiesta a lo grande, esta
crisis se está sintiendo con un tamaño
directamente proporcional al tamaño del local.
Pero, ¿por qué puede cerrar sus puertas esta librería, y
a medio minuto a pie sobrevive otro gigante, como Casa del Libro, con nada menos que cuatro plantas en la calle Velázquez? La respuesta a esa pregunta intenta encontrarla
Ricardo Carneado, uno de los socios de Verbo, que habla con EFE en mitad de demasiadas estanterías vacías, y lamentando que
no están teniendo todas las ayudas que ahora mismo necesitan de editoriales y distribuidoras, al fin y al cabo las grandes beneficiadas de su trabajo.
“Estamos
buscando soluciones por todos lados, tanto desde el punto de vista de colaboraciones con empresas privadas como con buscarle soluciones a esas
deudas” que se han contraído y que ponen en
riesgo la estructura de la empresa, aunque, dentro de la prudencia, lamenta que “ha habido
poca ayuda de las editoriales a la hora de poder buscarle soluciones y no llegar al corte del suministro”.
En esencia,
necesitan contar con libros en sus estanterías y liquidar con editoriales y distribuidoras según se vayan vendiendo. Es la
pescadilla que se muerde la cola, porque sin libros no hay dinero, pero sin dinero no hay libros, “y te resulta imposible volver otra vez a intentar darle soluciones a las tesituras económicas” que se van dando durante el año.
Además,
el local es alquilado, aunque Carneado explica que ese es el
menor de los problemas que tienen, porque
la propiedad les está echando una mano mientras despeja la tormenta, y, sin dar muchos detalles, dice que no paran de hacer gestiones y agradecen la
ayuda moral, porque otra no pueden tener,
que les están dando desde el Ayuntamiento.
Diez metros cuadrados que sobreviven
La
antítesis de Verbo es
Nuño, que podría ser la librería
más pequeña de la ciudad, y tiene en su mostrador un cartel que
agradece la fidelidad del público para haber cumplido 25 años de vida en su local de la
calle San Luis, a tiro de piedra de la Basílica de la Macarena.
Su gerente es
Fran Nuño, que abrió inicialmente en el barrio de
Triana, pero no había cumplido un año de vida empresarial cuando
llegó al casco antiguo.
Compró el local, de modo que el alquiler no le quita el sueño, y cuenta, además con la
ventaja de ser escritor y participar en muchas actividades, de modo que
“saco la librería a la calle, y atraigo a gente al local”, con lo que “si saben que tengo este negocio, muchas veces
hacen compras en él quienes me convocan para acudir a sus citas con mis libros”.
Nuño cree que, para las librerías pequeñas, la
pandemia marcó un antes y un después, porque se
comenzó a leer más “al tener más tiempo libre”, y “los que ya eran lectores de por sí leyeron más todavía”, para crearse, incluso una
conciencia de apoyo al pequeño negocio.
Este librero asegura que, en una
ciudad que ha perdido nueve librerías en un año,
vende más libros que en 2019 “porque la cifra se ha estabilizado y los lectores siguen apostando muchos de ellos por las pequeñas librerías”, incluso
por encima de gigantes de compras a través de
internet.
Mientras lo explica,
Verbo ha publicado un comunicado en sus
redes sociales en el que agradece a los clientes y ciudadanos en general “las
muestras de apoyo que están recibiendo” y confía en no formar parte de la
historia negra de una ciudad sin librerías, algo que más de 700.000 personas no deberían permitirse a sí mismas.