El Servicio de Neurología del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla coordina un proyecto multicéntrico para desarrollar una nueva herramienta que permita el diagnóstico rápido de ictus isquémico en pacientes antes de llegar al hospital y reducir así los tiempos en la aplicación del tratamiento correspondiente.
La herramienta combina el uso de un test rápido tipo 'point-of-care' (similar a los kits para la detección de gripe o covid) que cuantifica determinados biomarcadores en sangre y de una aplicación móvil que lee los valores de estos biomarcadores y los combina con datos clínicos del paciente para identificar los ictus isquémicos, según informa la Junta en una nota de prensa.
En la actualidad, para diferenciar entre un ictus isquémico y hemorrágico es necesario realizar técnicas de neuroimagen (TAC craneal), por lo que el diagnóstico no es posible hasta la llegada del paciente al centro hospitalario. Con esta herramienta se persigue que el diagnóstico pueda realizarse durante el traslado en ambulancia del paciente al centro hospitalario y reducir así los tiempos en la aplicación de las terapias de reperfusión indicadas en el ictus isquémico, logrando un mejor pronóstico para los pacientes.
El estudio, denominado 'Bioship-training', cuenta con la participación de 16 hospitales de seis comunidades autónomas (Andalucía, La Rioja, Castilla y León, Castilla la Mancha, Aragón y Comunidad Valenciana), 34 equipos de ambulancias y más de 400 profesionales sanitarios de los equipos de emergencias y hospitales implicados, según informa la Consejería de Salud y Consumo de la Junta de Andalucía en una nota de prensa.
El proyecto --financiado por la Consejería de Salud y Consumo de la Junta de Andalucía y el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades-- incluye además la participación de 382 pacientes que han sufrido un ictus en los últimos meses. El pasado 31 de enero concluyó la fase de reclutamiento de pacientes en el estudio y se espera conocer los resultados para el mes de junio.
El ictus isquémico se caracteriza por la obstrucción de una arteria cerebral, bien sea por un coágulo que se produce dentro del propio vaso sanguíneo o por un coágulo que se produce en otro lugar y se desplaza hasta el cerebro. La interrupción del flujo de sangre al cerebro produce rápidamente alteraciones en la función de sus células y se manifiesta, según la zona dañada, por síntomas como parálisis o dificultad para mover una parte del cuerpo, alteraciones del lenguaje, incapacidad para mantenerse de pie o caminar o pérdida brusca de memoria entre otros muchos. Las células cerebrales que se ven privadas de los nutrientes que le aporta la sangre, acaban degenerando y muriendo en poco tiempo, por lo que los daños pueden llegar a ser permanentes.
El objetivo en este caso es intentar abrir el vaso sanguíneo obstruido de forma precoz para restaurar el flujo sanguíneo y salvar la mayor parte de células posibles a través de las terapias de reperfusión, cuya eficacia dependerá de que se apliquen lo antes posible (antes de cuatro horas y media del episodio). Estas terapias sólo están indicadas en los ictus isquémicos, por lo que resulta imprescindible determinar el tipo de ictus antes de su aplicación.
Por su parte, el ictus hemorrágico es fruto del debilitamiento y la rotura de un vaso sanguíneo, de forma que la sangre se expande hacia el cerebro, provocando la rápida muerte de las células del cerebro o neuronas y una alteración general del funcionamiento del órgano. El tratamiento del ictus hemorrágico suele consistir en la embolización endovascular; es decir, tratar la anormalidad de los vasos sanguíneos del cerebro.
El accidente cerebrovascular isquémico es más común que el accidente cerebrovascular hemorrágico, aunque éste último tiene una mayor tasa de mortalidad.
La Unidad de Ictus del Hospital Virgen Macarena atiende cada año a más de 600 pacientes, de los que más del 25% reciben algún tipo de tratamiento de reperfusión. El accidente cerebrovascular es la tercera causa principal de muerte en los países desarrollados.
Si bien, la mortalidad y discapacidad en estos pacientes ha disminuido en los últimos años gracias a la detección precoz de los síntomas, el control de factores de riesgo y la introducción de medidas terapéuticas como las Unidades de Ictus y las terapias de reperfusión (trombolisis y trombectomía mecánica) que han revolucionado el manejo de estos pacientes.
El 90% de los ictus podrían evitarse con una adecuada prevención y control de los factores de riesgo vascular: hipertensión arterial, diabetes, hipercolesterolemia, obesidad, evitar la vida sedentaria, abandono del tabaco y el consumo de alcohol y también el control de enfermedades cardíacas previas.
El Centro Andaluz de Teleictus (CATI), formado por más de 22 neurólogos vasculares pertenecientes a las unidades de ictus de Andalucía, da cobertura a más de 30 hospitales sin neurólogo, y de esta forma, el 99.9% -en 2018 se llegaba a una cobertura del 40%- de la población andaluza puede recibir en menos de una hora valoración por un neurólogo vascular ante una sospecha de ictus. Desde la implementación del CATI, se han atendido unos 5.500 pacientes aumentado los tratamientos de reperfusión en estos hospitales hasta en un 200% y, sobre todo, aportado equidad en la atención al ictus agudo en toda la región.
Andalucía cuenta con una extensa red de doce unidades de ictus, seis centros de trombectomía y 34 centros conectados al teleictus andaluz, con las que se da atención a la fase aguda del ictus. Ahora el nuevo reto, además de seguir mejorando esta red, es comenzar a buscar mejoras en la fase subaguda y crónica del ictus.