Todos hemos visto como en el ámbito publicitario es una tradición utilizar como reclamo a supuestos expertos que intervienen para apoyar las bondades de lo que se anuncia, citándose a veces los resultados de estudios realizados en supuestas instituciones de investigación. De un tiempo a esta parte, estas tácticas se han extendido a los medios de comunicación conforme se han popularizado las tertulias donde imponerse en el debate está en por encima de los argumentos más coherentes y de la propia verdad. Sobre todo, en temas que afecten a las ideas políticas.
La necesidad de expertos en cada vez más temas ha provocado a veces situaciones esperpénticas en las que un mismo tertuliano ha aparecido opinando como experto en temas tan dispares como virus y epidemia de la COVID, cambio climático, volcanes, elecciones en USA, etc.
La información imparcial y su correcta interpretación no siempre concuerdan con el relato que se quiere imponer en un determinado asunto y por ese motivo adquiere un papel fundamental lo que yo llamo la expertización de conveniencia como forma de apoyar dicho relato.
El experto de turno no tiene porque no serlo realmente (mejor si lo es), lo importante es que su opinión concuerde claramente con lo que se quiere hacer ver al público, aunque no guarde coherencia con la realidad o en su caso con los postulados de la ciencia. No es fácil encontrar un experto que esté dispuesto a arriesgar su prestigio profesional y personal, por lo que frecuentemente se recurre a falsos expertos, que no son más que sabelotodos que aportan opiniones guionizadas que favorecen los postulados de quienes le han puesto allí para que aporte su versión del asunto en cuestión.
La necesidad de expertos en cada vez más temas ha provocado a veces situaciones esperpénticas en las que un mismo tertuliano ha aparecido opinando como experto en temas tan dispares como virus y epidemia de la COVID, cambio climático, volcanes, elecciones en USA, etc. El conocimiento que casi toda esa gente posee del tema del que opina no suele ir más allá de lo que ha leído en Wikipedia y a veces ni eso, no dudando incluso en tergiversarla para que cuadre con el relato que deba apoyar en su intervención.
No me extrañaría que con la irrupción de la IA comiencen a salir expertos hasta de debajo de los árboles, ya que a todos esos expertos (sean o no auténticos) se les paga para que apoyen con sus opiniones determinadas ideas y líneas políticas de actuación. Opinar de lo que sea puede ser un negocio para algunos.
Al ejercito de “expertos de pacotilla” que aparecen en las tertulias y debates de los medios se suman los expertos integrantes de los grupos de expertos que “crean” los políticos. Estos suelen adquirir su estatus “expertil” solo por haber sido nombrados miembros de dichos grupos y a menudo son invisibles para el ciudadano o ni siquiera existen como ya sucedió en la pandemia.
Tiene su lógica que un ciudadano de valor a la opinión de una persona a la que se le presenta como experto en un tema, el problema es que quieren darnos gato por liebre al destacar opiniones que no valen más que la de cualquier otra persona. Fuerza y salud.