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Las hipotecas de barak obama

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Vivir en la Casa Blanca obliga siempre a pagar no una, sino múltiples hipotecas. Son ingentes las deudas que los futuros inquilinos de tan apetecido inmueble contraen a lo largo de la campaña electorale y abundan los acreedores que, una vez entronizado el nuevo presidente en su domicilio, pasan factura por el apoyo que otorgaron. Sin olvidarse jamás de hacerlo, pues los patrocinadores de cualquier candidato dan para recibir y prestan ayuda para sacar luego el rédito correspondiente. Ni en Estados Unidos ni en ninguna otra parte, cuando de altas finanzas se trata, existen ingenuos que regalen cientos de millones de dólares con angelical largueza. Y Barack Obama ha batido todos los récords en materia de captación de fondos. Pronto iremos viendo, por lo tanto, cómo devuelve esos abultados préstamos que ha necesitado de empresas, particulares y lobbys hasta llegar a sentarse en el famoso despacho oval desde el que ejercerá dominios que han de afectar a la humanidad entera. Incluso para abonar los fastos de la inminente investidura, el próximo 20 de enero, ha existido, al parecer, gran competencia por ser uno de los agraciados que tendrán el privilegio de acudir en auxilio del caballo que ya se sabe ganador. Por supuesto que Norteamérica ha dictado normas con la teórica pretensión de limitar las artimañas de patrocinadores avariciosos e intrigantes. Pero, quien hizo la ley hizo la trampa y siempre encuentran el modo de driblar un código los que invierten en presidentes americanos de igual forma que invierten en pozos de petróleo, en futuros financieros o en plantaciones de soja. Ciertos magnates de la banca, de la informática, de la industria o de los casinos (por poner sólo algunos ejemplos) tienen buen ojo y son auténticos genios a la hora de acrecentar sus patrimonios. Hasta Hollywood sabe que, cada cuatro años, goza de una ocasión única para movilizar a directores, artistas y productores de cine a favor de partidos y de equipos de gobierno que luego darán facilidades y serán generosos con quienes ahora practican también la generosidad. ¿O alguien pensaba que los presidentes de los Estados Unidos de América traspasan la puerta de la Casa Blanca sin llevar sobre sí hipotecas tan reales como las que arrastramos los demás cuando nos adentramos por primera vez en el umbral de nuestra nueva casa?

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