Estamos ante un asunto que se inicia en los ya lejanos años setenta del pasado siglo, o inclusive antes, y que poco a poco se ha desarrollado hasta convertirse en epidemia generalizada. Nos referimos a la falta de respeto a los autores de las marchas clásicas de la Semana Santa, algo que la ciudad no puede permitir por más tiempo. Y lo peor es que ha sido suplido por unas músicas carentes de sentido religioso e incluso de suficiente calidad, faltas de armonía y carentes de estímulos espirituales. Si esto sucede con las marchas, peor aún sucede con las músicas de cornetas y tambores, donde la falta de identidad con la Semana Santa raya en verdaderos esperpentos. Muchísimas personas no solo echan de menos las marchas clásicas y los sones tradicionales de cornetas y tambores, sino que oyen incrédulas las melodías de las nuevas músicas cuyos sones nadan tienen que ver con la religiosidad popular sevillana, y a veces ni siquiera con la propia música por su falta de identidad.
El primer ataque a las marchas clásicas vino por la vía de los arreglos, o sea, enmendarle la página a autores de la categoría de los Font, Farfán, Pantión, Zarzuela y otros muchos. Los arreglos suelen ser casi siempre una tomadura de pelo, un “algo” para justificar el cobro de derechos de autor. Ese fue el principio que luego se continuó con ese tachín-tachín y tantán-tantán que desespera a los que recuerdan las preciosas marchas cofrades que tiene el catálogo sevillano. Marchas que cumplieron décadas de esplendor de la Semana Santa durante casi todo el siglo XX y que solo escucharlas sensibiliza a los sevillanos hacia las imágenes y la espiritualidad, unas músicas que reflejan con rectitud la idiosincrasia de los sevillanos.
La situación actual es abusiva e incomprensible. Refleja un desorden y falta de criterios que no debe admitirse. ¿Cómo es posible que las Hermandades y Cofradías y el mismísimo Consejo General admitan lo que viene pasando año a año con las músicas de la Semana Santa? Incluso el propio Arzobispado tendría algo que decir ante esta situación anómala.
No podemos seguir así. Hay que recuperar la música clásica tanto en marchas como en cornetas y tambores. Basta escuchar unos discos antiguos para contrastar las diferencias entre el ayer aún cercano y el hoy. Resulta incomprensible.
Insistimos en que para mejor comprender lo que siempre significó la música cofrade, tenemos una obra única, excepcional, que es el libro de Manuel Carmona Rodríguez, único en su género y que se titula “Un Siglo de Música Procesional en Sevilla y Andalucía”, publicado por segunda vez en el año 2000 y que constituye una enciclopedia imprescindible para conocer y valorar lo que representa la música procesional cofrade. Una obra de muchos años de trabajo e investigaciones que además aparece espléndidamente ilustrada.
En ella aparecen todos los títulos de las marchas, todos los nombres de los autores, todas las biografías, todas las circunstancias históricas de cada obra; es decir, un compendio de conocimientos que acreditan los valores excepcionales que la música procesional añade a la Semana Santa.
La reciente Semana Santa nos ha dado la razón a cuanto decíamos en marzo pasado. Hemos escuchado algunas seudo músicas que dañan el prestigio de las procesiones. Igual podemos decir de los atavíos de una parte de las bandas de música. Más que profesores de música parecen porteros de circos, de discotecas u hoteles de lujo. Producen rechazos tantos colgajos, tantos cordones, tantas gorras que parecen de almirantes soviéticos.
Nada más al margen de la sobriedad que debe presidir los acompañamientos musicales de los pasos. Qué buen ejemplo nos dan los músicos de las bandas de la Semana Santa de Zamora… Vestidos de negro con camisas blancas y corbatas negras, destocados. Y en número razonable. En Sevilla hay bandas que parecen Regimientos. No podemos seguir así.