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En busca del agua con Mayo (y II)

Si la pasada semana hacíamos referencia al encargo que el Ayuntamiento hizo a Ángel Mayo para solventar las carencias del abastecimiento de agua de la población, ahora damos cuenta de las soluciones que aportó este prestigioso ingeniero. Para ello fue necesario el estudio de numeros manantiales y fu

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  • Tras varios estudios, Ángel Mayo determinó que las fuentes de Tempul, a 46 kilómetros de la ciudad, podían abastecer de agua a los jerezanos. -
La semana pasada ya hacíamos referencia a la necesidad que Jerez tenía en el siglo XIX de dotarse de un sistema de abastecimiento de agua que garantizara el suministro a una población ya entonces muy importante. La búsqueda de soluciones fue encomendada a Ángel Mayo.
Durante varios meses desde agosto de 1861 el prestigioso ingeniero recorrerá el término de Jerez y los de otras poblaciones de la provincia aforando fuentes y manantiales para estudiar las posibilidades de la conducción de sus aguas a la ciudad. En su periplo, Ángel Mayo visitará los manantiales de Mesas de Asta, los de la Sierra de Gibalbín (La Torre, Las Navas…) y los de San Andrés, en las cercanías del cortijo del mismo nombre, ente Arcos y Bornos.

De la misma manera, estudiará la posibilidad de realizar tomas en el río Guadalete, en el lugar conocido como Cerrada o Angostura de Bornos (donde casi un siglo después se construiría la presa), en el propio río Majaceite a la altura de la Angostura de Arcos, o en el Guadalete en la zona del puente de La Cartuja, el punto más próximo a Jerez, con aguas de peor calidad que sería necesario elevar mediante bombeo.
Ángel Mayo exploró también fuentes y manantiales de localidades próximas, como los de La Piedad, en El Puerto de Santa María, los de la sierra del Calvario en Bornos, o la copiosa fuente del Nacimiento, en Benamahoma. Ya en nuestro término, pero en puntos mucho más alejados de Jerez, aforó los manantiales del Aljibe y de Ortela, así como el de Tempul, cuyas virtualidades había descartado ese mismo año el ingeniero francés P. Rouaulth.
Junto a todo ello, en su memoria, Ángel Mayo aportó también nuevos estudios de otros puntos de abastecimiento próximos a la ciudad como las Fuentes de La Canaleja, La Teja, el Clérigo, La Vaquera, Pedro Díaz, en las vertientes de Albadalejo y Los Albarizones, entre otras.

Las soluciones definitivas
Tras este detenido recorrido “en busca del agua”, Mayo fue descartando, por razones muy diversas, la mayoría de los puntos estudiados. Así, los manantiales del Aljibe, Ortela y Benamahoma, si bien presentaban aguas de buena calidad, quedaban demasiado lejos, lo que encarecía notablemente su posible conducción.
Los de Bornos y La Piedad abastecían ya a otras poblaciones y se utilizaban para el riego. Los manantiales de Gibalbín, Mesas de Asta, San Andrés o La Canaleja, eran irregulares y tenían caudales escasos, como los pozos y fuentes de las proximidades de la población… Las opciones se centraron así en tres posibles puntos: El río Majaceite en la Angostura de Arcos (donde se levantaría medio siglo después la presa de Guadalcacín), el río Guadalete en una zona próxima al puente de La Cartuja, y el manantial del Tempul, al que en caso de necesidad se podían sumar las aguas de los manantiales del Aljibe.

Después de estudiar los presupuestos económicos y los proyectos técnicos de las tres opciones, se apostó por las fuentes de Tempul, situadas a 46 kilómetros de la ciudad en la falda de la Sierra de Las Cabras, en razón de la potabilidad de sus aguas certificadas por la Academia de Medicina de Madrid, a las que no sería necesario aplicar los costosos filtros requeridos para las otras opciones.
Junto a ello, la altura adecuada del manantial, que permitiría su conducción rodada por gravedad hasta la ciudad, sin necesidad de maquinaria para su elevación, supondría también un ahorro de costes.
A todo esto había que añadir la suficiencia de su caudal que, aunque menor del que podía tomarse de los ríos, bastaba para las necesidades calculadas.

En junio de 1863 se autorizan las obras y en mayo de 1864 se iniciarán los trabajos de acuerdo al proyecto presentado por Ángel Mayo que, no sin dificultades, posibilitarían finalmente que “el día 16 de julio de 1869, coincidiendo con la fiesta en honor de la Santísima Madre del Carmelo, las aguas del rico e inagotable manantial de Tempul se elevaron a gran altura, y corrieron por primera vez por nuestras calles y plazas…”. Pero esto es ya otra historia. La ciudad contrajo una importante deuda de gratitud con Ángel Mayo, aquel ingeniero que también intervino en el proyecto de la primera línea de ferrocarril de Andalucía de Jerez al Trocadero. No es de extrañar por ello que se sintiera con gran pesar la noticia de su muerte, el 24 de Agosto de 1884, tras las graves heridas sufridas en un accidente ferroviario en las proximidades de Astorga, cuando contaba con 57 años de edad. Su periplo por nuestras tierras “en busca del agua”, y los frutos de sus proyectos y de su riguroso trabajo, serán siempre recordados.
entornoajerez.blogspot.com

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