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‘Ad Astra’: De profundis

Desde lo profundo de la soledad abismal de un hombre del futuro que es cuestionado secretamente en su lealtad por los jefes que le encargan una díficil misión

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Según el diccionario de la RAE, “de profundis es una locución latina que significa literalmente “desde las profundidades” y tiene su origen en un salmo penitencial que comienza con estas mismas palabras: “Desde lo profundo, clamé a ti, Señor”. Viene al caso el título de esta entrada porque ‘Ad astra’ te interpela desde lo profundo.

Desde lo profundo de la soledad abismal de un hombre del futuro que es cuestionado secretamente en su lealtad por los mismos jefes que le encargan una díficil misión. Desde lo profundo de un viajero espacial que afronta la vuelta de tuerca de encontrar a un padre ausente desde su infancia, dado por desaparecido y sospechoso de peligrosas iniciativas que ponen en riesgo la supervivencia del planeta. Desde lo profundo de su vulnerabilidad disfrazada de un orden minucioso, de un comportamiento objetivo e inalterable, con el que supera todos los tests físicos y psicológicos.

Desde lo profundo de un varón bajo sospecha, y soportando una dura herencia -que se y nos relata con una voz en off, hilo conductor magistral de la historia- que trata de  controlar su precario equilibrio. Desde lo profundo de un cónyuge cerrado a los afectos y al compromiso, permitiéndose perder a su compañera. Desde lo profundo de un profesional que arriesga su vida en aras de una misión que salvará tantas, sin subrayados épicos, ni heroicos. Desde lo profundo de un hijo que -en un espacio, unos límites solares y un planeta hostiles- no consigue doblegar, ni retener, a su padre, pero sí trata de evitar las consecuencias de sus actos. Desde lo profundo de un ser humano que resitúa en tal contingencia sus valores y su forma de encarar la existencia.

Desde esas profundidades, nada transcendentes, ni pretenciosas, el guionista y realizador norteamericano James Gray -cosecha del 69, con películas como ‘La noche es nuestra’ (2007), ‘Two lovers’ (2008) o ‘El sueño de Ellis’ (2013) en su haber- ha articulado un relato fílmico hipnótico, metafísico en el mejor sentido del término, con una atmósfera tan sugerente como inquietante, en el que reflexiona sobre la deriva de la especie humana.

En el que lo íntimo -lo más insobornablemente íntimo- le gana la partida a lo espectacular, pese a que también lo es. En el que los efectos especiales y la dirección de arte, junto a la puesta en escena, deslumbrantes,  son un medio y no un fin. Un relato hermoso, inteligente, sensible y valioso en el que pese a su acción, ritmo, suspense y tensión, se impone el pensamiento más hondo, filosófico y existencial.

122 minutos de metraje. La escriben, en un guión espléndido, el propio James Gray y Ethan Gross; la fotografía con excelencia Hoyte van Hoytema y su notable banda sonora la firman Max Richter y Lorne Balfe. Entre un reparto muy atractivo que cuenta con gente de talento como Donald Sutherland, Ruth Negga, Liv Tyler o un poderoso Tommy Lee Jones, destaca un extraordinario, maduro, introvertido y lleno de talento Brad Pitt, a quien todos los reconocimientos le son debidos.

VÉANLA.

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