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Sobre bulos y mentiras

Mi familia y yo somos víctimas de la rumorología en unos días en los que la verdad carece de importancia y los minutos televisivos valen oro

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  • Hospital de Jerez -

Hoy voy a sorprenderos con una afirmación aterradora: los bulos tienen consecuencias. Y es que puede que te creas especial por ser el primero en difundir esa información que acaba de llegar a tu teléfono, o quizás, estés saciando tus deseos más olvidados de haber sido un periodista de élite; pero, lo cierto es que comunicar algo sin tener una base sólida es una irresponsabilidad.

No puedo contabilizar la cantidad de situaciones en las que he recibido un texto viral en mi teléfono. En mitad de una era en la que las fake news reinan sobre todas las noticias, pocas personas se atreven a realizar la sencilla labor de contrastar. O, incluso, la de ignorar, que a veces no está de más. Pero no somos conscientes de que el daño que se puede hacer a una familia es muy real.

Lejos de los correveydiles, hoy existen capturas de pantalla, retoques fotográficos o mensajes virales que corren como la espuma a través de los smarthpones de unas personas a otras, superando en un tiempo récord la exposición del rumor.


Hoy me siento vencida ante la palabrería, porque cuando un bulo arrasa a tu alrededor, es muy difícil de frenar. Mi familia y yo somos víctimas de la rumorología en unos días en los que la verdad carece de importancia y los minutos televisivos valen oro. Entre el alarmismo y la histeria colectiva, vemos imágenes de gente que arrasa supermercados olvidando la razón y la lógica -qué distorsionada parece ahora esa opinión que diste hace unos meses, cuando exclamabas a viva voz que no necesitábamos en este país a esos inmigrantes y refugiados que huían del hambre, eh…-. Y observo con desazón, cómo mis círculos más cercanos caen rendidos ante el amarillismo. La falta de respeto, la mala educación y la invasión de la intimidad son los puntos clave para practicar este deporte del cotilleo. Mientras, me devano los sesos para intentar comprender en qué momento una persona se cree con la total capacidad de difundir una información distorsionada. Me encantaría saber cuál es el premio.

Quizás sean recompensados al saber que han causado más fragilidad e inestabilidad, si cabe, a una persona que sufre. A lo mejor, eso les provoca una grata sensación.

Ahora son rumores basados en el alarmismo global y la morbosidad de una enfermedad, lo cual es, simplemente, deleznable. Pero, día a día, nos topamos con bulos sobre todos los aspectos de nuestra vida. No es nada nuevo. Ser veraz en esta época es toda una aventura. Y es cierto que la desinformación no ayuda. Sin un canal claro y recíproco de comunicación, se producen las confusiones, desaparece la oficialidad y nacen los cotilleos, primer deporte nacional.

Necesitamos fuentes accesibles, dispuestas a ofrecer toda la cooperación posible, que sean capaces de gestionar la información en un tiempo real, que cubran las emergencias y creen canales abiertos. Porque la verdad no puede ser un problema, porque ser realistas y sinceros es hoy un valor perdido. Porque no hay peor virus que el de la mentira.

 

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