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Martes 16/04/2024  

El jardín de Bomarzo

El lugar perfecto

Empezamos a valorar como cierta la posibilidad de que nada volverá a ser lo mismo, resignados como estamos a que esto que sufrimos es largo

Publicado: 16/10/2020 ·
11:04
· Actualizado: 16/10/2020 · 11:04
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  • El jardín de Bomarzo.
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Bomarzo

Bomarzo y sus míticos monstruos de la famosa ruta italiana de Viterbo en versión andaluza

El jardín de Bomarzo

Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

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"Los números de contagios en España son tremendos y todavía ponen impedimentos para que se apliquen normas que son absolutamente necesarias. Es de una incultura política increíble". Luis Enjuanes, virólogo del CSIC.

Empezamos a valorar como cierta la posibilidad de que nada volverá a ser lo mismo, resignados como estamos a que esto que sufrimos es largo, profundo, que la Navidad próxima será distinta por distante, que no sabemos cuándo nuestras fiestas tradicionales volverán a la calle ni cómo; que el miedo que hemos interiorizado y que se refugia tras una mascarilla va a tardar mucho en salir, que nos hemos acostumbrado a no tocarnos, a no besarnos, a vivir en la distancia y con la melancolía que eso representa a seres cuya sangre bascula entre templada y caliente. Y esto en lo que afecta a nuestra parte social -muy importante en una comunidad dada a abrazarse y donde las relaciones personales son el todo-, que se agravará cuando las consecuencias económicas superen la maldita curva tipo montaña rusa en la que vivimos. Hemos asumido la fragilidad del ser humano, que vivimos en una sociedad de una solidaridad endeble y dada a enfrentarse, también del valor extraordinario de lo cercano y, todo ello, nos está haciendo cambiar conceptos que creíamos básicos: nos echamos al campo en masa porque de pronto descubrimos lo bonito y sano que es el senderismo, vuelve a tener valor la vida en los pueblos e incluso nos cuestionamos si un retiro a los pies de un monte al cuidado de cabras no sea lo más adecuado porque crece el ánimo por cambiar el modelo de vida hacia uno más saludable, con menos gente cerca. Estamos cambiando, sospechamos que al final el contagio va a ser masivo e inevitable y solo una vacuna efectiva nos pondrá a salvo de esta pandemia pero quién nos pone a salvo del próximo virus. Aunque la tendencia humanada es olvidar pronto y regresar a dónde estaba, determinados cánones tardarán mucho en recuperar su estado natural.

 Economía. El FMI asegura que el agujero en las cuentas públicas se disparará hasta el 14,1 por ciento este año frente al 11,3 que anticipaba el gobierno de Sánchez, un nivel récord con el último precedente en la Guerra Civil del 36. Para que nos entendamos, un desfase de unos 1400 millones de euros derivada de la crisis sanitaria, de empleo y social y de la menor recaudación de impuestos por el parón económico. El FMI también pronostica una tasa de desempleo del 16,8 por ciento para este año y para el próximo y que España no recuperará su tasa de paro previa a la pandemia, que ya era mala y más en Andalucía y más en Cádiz, hasta al menos 2026. Seis años para estar como hace uno, pero aún puede ser mucho peor porque ahora hay 728.000 personas afectadas por ERTE y eso retiene en cuatro puntos la previsión inicial de desempleo para este año y que estaba fijada en el 20,8; solo Grecia, en toda Europa, ofrece peores cifras que España. Esta es la realidad -Italia estará en el 11, Francia rondará el 8,8 y Alemania se queda en un 4,3-. Y con esta crisis sanitaria galopante y la otra financiera y de desempleo en proceso de vertiginoso crecimiento, ¿qué encontramos a nuestro alrededor que nos haga albergar alguna esperanza? ¿Qué?

El nivel actual de contagios es fruto de un todo. De que nadie quiso ver que lo que estaba pasando en China y luego en Italia iba a llegar aquí. Ni el gobierno central, que era quien podía coordinar las políticas de sanidad pública, ni las comunidades autónomas, que eran las competentes en la gestión sanitaria, ni nosotros mismos ciudadanos de a pie que no nos creíamos el inminente peligro hasta que vimos a Sánchez declarando el estado de alarma. Y luego, esa desescalada que todos pedíamos a gritos porque algunos partidos políticos en cada prórroga del estado de alarma lo planteaban como ya innecesario y todos queríamos salir a socializar -hay que tener memoria-. Un proceso de desescalada ahora, visto lo visto, precipitado en busca de una nueva normalidad que viene a ser como una vieja anormalidad, en la pésima práctica de gestión de unas comunidades autónomas que siempre fueron las competentes en la materia, que esquivaron su responsabilidad y ahora, con el ejemplo de Madrid y el alto nivel de contagios, queda al descubierto su grado de incidencia en el problema, pero también de la irresponsabilidad individual ciudadana y, cómo no, política: negacionistas e insolidarios en el uso estricto de las normas y políticos en la práctica única de aprovechar la situación para el acoso y  derribo,  cuando, a la vista está, lo necesario ahora es la unidad porque lo que tenemos encima es gordo y lo que se avecina parece profundo, oscuro y peligroso.

Seguramente no estamos dimensionando en su justa medida la profundidad del asunto/problema. Un país donde, justo ahora, rompe récords de audiencia un programa llamado La isla de las tentaciones donde una serie de sujetos, chicos y chicas, batallan para ver quién y cuándo le pone antes los cuernos al otro. O sea: te vas a la tele para ver si tu pareja te pone los cuernos ante la mirada interesada de todo un país que, muy atento, alimenta intrigado el espectáculo siguiéndolo de manera masiva; es obvio que a los españoles nos encantan los chismes y ver en directo los cuernos de otros parece como el nirvana del cotilleo.

La situación que vivimos es una mezcla entre  preocupación, miedo y estupor por un espectáculo político que encuentra su punto álgido en Madrid. Una comunidad que supera todos los datos europeos en nivel de contagios y que pese a ello desde la administración autonómica se pretende convencer que todo es producto del afán del PSOE por conquistar Madrid, tal como Ayuso ha dicho sin pestañear, politizando la gestión del virus, intentando atrincherar a los ciudadanos contra el gobierno y su manía política a los madrileños por estar gobernado por el PP y, todo ello, mientras la comunidad mantiene centros de salud cerrados, no realiza los test y PCR y, al parecer, facilita datos no actualizados. Una politización de la gestión sanitaria que busca cambiar el foco sobre su responsabilidad. Por su parte, el discurso de Sánchez, Illa y el técnico doctor Simón no deja de ser gris y confuso cuando todos lo que esperamos es claridad, consenso y la determinación que vemos en otros países. El problema del gobierno es que sólo puede coordinar y es imposible hacerlo si los sujetos a coordinar no se dejan y el gobierno de la nación erróneamente se empeña en asumir un poder que nuestra constitución no le da, añadido a la pésima política de comunicación que hace. El resultado es una confrontación política, un pulso de poder innecesario y que los españoles centre su interés en La isla de...

Para salir medio vivos de la crisis que se nos avecina sólo se puede con un pacto de no agresión y una unidad absoluta ante el único enemigo real. Cansados estamos de críticas sin que vengan acompañadas de  alternativas. Hay que exigir a nuestros políticos una tregua. Sería impensable que ante una invasión bélica los partidos se pusieran a criticar la estrategia de defensa, a cuestionar las armas usadas o a usar, a echar balones fuera dejando sólo al gobierno central de turno y a desmotivar al pueblo en la unión necesaria ante el enemigo con el único objetivo de desgastar al cuadro de mando a costa de situarnos con más debilidad ante el invasor y aumentar los daños en el país. Esto y justo esto es lo que estamos viviendo. Parece que el cuanto peor, mejor es el lema político nacional en todos los partidos sin excepción cuando están en la oposición. 

Por tanto, el desasosiego general ahora que todos debemos sentir es profundo porque el nivel de contagios se está disparando y no sabemos hasta dónde llegará, la previsión económica derivada de él es realmente inquietante y su factura es justo ahora cuando debemos empezar a pagarla y la tabla de salvación está sujeta entre bisagras de un lado por una clase política enfrascada en el oportunismo electoral y de otro por una ciudadanía confundida ante tanta información contradictoria y que, en parte, se desconecta entre los cuernos en directo de otros -es un ejemplo-. Claro que se puede ser más optimista. Y mientras, el enemigo único se propaga en silencio por nuestras calles y vidas feliz de haber encontrado su lugar perfecto.

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