Hay historias que son dignas de ser contadas. Historias que son un ejemplo de perseverancia y de que sí se quiere, se puede. Es el caso de Ryan Hreljac, un joven canadiense que empezó a cambiar el mundo a los 6 años.
Ryan es un voluntario precoz. A la tempranísima edad de los 6 años, gracias a su profesora, Hreljac decidió recaudar dinero para construir pozos de agua en África.
Esta profesora le explicó en clase que los niños en África no podían ir a la escuela porque no tenían agua. Ryan se dio cuenta de que, en Canadá, tenían una fuente para beber agua a tan solo 10 pasos y eso le parecía tremendamente injusto. Ahí comenzó todo.
Hacer un pozo de agua en África costaba 70 dólares, así que este inquieto chico se propuso conseguir el dinero. Por eso, este se puso manos a la obra, y fue a contarle el proyecto a sus padres quienes le mandaban tareas de la casa a cambio de una paga. Ryan consiguió, limpiado cristales y ayudando a su madre, los 70 dólares para el pozo. Pero había un problema: el pozo costaba realmente 2.000 dólares y su madre no tenía ese dinero, por más tareas que hiciera en casa.
En lugar de rendirse, Ryan con perseverancia y entusiasmo empezó de nuevo y fue extendiendo su proyecto. El pequeño niño tartamudo y tímido, con miedo a hablar en público, comenzó a contar su proyecto en otras clases del colegio para que le ayudasen, y así lograr su objetivo: 2.000 dólares.
Tras dos años de trabajo en su comunidad (cortando el césped a sus vecinos, vendiendo limonada, e involucrando al barrio y al colegio) Ryan consiguió el dinero y que se construyera el primer pozo en África.
Por ese esfuerzo invertido, sus vecinos le compraron un billete de avión para ir y ver in situ el pozo que construyó en Uganda. Allí Ryan se quedó estupefacto. Al llegar todo fue una fiesta: cientos de personas bailaban alegres mientras le daban la bienvenida al pequeño que les había cambiado la vida por el simple y valioso hecho de llevarles agua potable. En esos días conoció a Jamie, el que más tarde se convertiría en una persona fundamental en su vida.
Pero Ryan era muy cabezota. Entendió que había más colegios en su ciudad y más vecindarios, que le podían ayudar y por eso decidió continuar con su labor: construir más pozos en África. Esta sana ambición de querer cambiar las cosas ha hecho que ahora Ryan y su fundación construyeran un total de 878 pozos, ayudando así a más de 800.000 personas en diferentes países de África, cambiándoles la vida.
¿QUÉ PASO CON JAMIE?
Un ejemplo es el pequeño Jamie que nombrábamos antes, el chico que conoció en su viaje a África. Este niño antes tenía que recorrer varios kilómetros, muchas horas andando, para ir a por agua antes de acudir a la escuela. Así era su vida antes de construirse el primer pozo de Ryan.
Tras la vuelta de Ryan a Canadá la aldea de Jamie sufrió un asalto y unos guerrilleros se llevaron a varios niños, incluido Jamie, para entrenarlos como niño soldado. Jamie consiguió escapar, pero, en consecuencia, los guerrilleros quemaron su aldea a modo de venganza y por ello Jamie fue marginado en su pueblo y finalmente abandonado.
Por correspondencia Ryan se enteró de lo sucedido y junto con sus generosos padres decidieron pagarle una educación e involucrarse más en este asunto. Jamie fue adoptado por los Hreljac, y así pasó de ser el mejor amigo, a ser el hermano mayor de Ryan.
Ryan Hreljac continúa su labor para conseguir que haya más pozos en este continente, porque se dio cuenta que un solo pozo puede cambiar la vida de una aldea. Por eso ahora da charlas y congresos para que la gente conozca su historia y se anime a hacer voluntariado, porque como él mismo dice "No hay edad para la solidaridad".