Nació Giordano Bruno, que fue bautizado como Filippo, en Nola, Nápoles, en 1548. Contaba 16 años cuando ingresó en la orden de los Dominicos, donde estudió teología y filosofía, cambiando su nombre al de Giordano. Durante su época de seminarista tuvo problemas con la jerarquía eclesiástica debido a su rechazo de las imágenes, por lo que fue procesado en 1566, si bien el proceso no prosperó y finalmente fue ordenado sacerdote dominico en 1572. Tres años más tarde recibiría el título de Doctor en Teología. En 1576 volvió a tener problemas con la superioridad por causa de su entendimiento de las doctrinas y tuvo que huir del convento, refugiándose primero en Roma y posteriormente en diversas localidades italianas y francesas, hasta llegar a Ginebra, donde abandonó el sacerdocio. Aquí se adheriría a la doctrina de Juan Calvino, con la que más tarde se mostraría disconforme, denunciándola públicamente, por lo que fue encarcelado por los calvinistas hasta que se retractó de sus opiniones.
Tras ser liberado, se trasladó a París, donde ejerció como profesor de la Universidad en 1581 y escribió sus dos primeras obras, "Las sombras de las ideas" y "El canto de Circe". Dos años después se desplazó a Inglaterra, tras su nombramiento como secretario del embajador francés Michel de Castelnau, al tiempo que enseñaba cosmología copernicana en la Universidad de Oxford. En Inglaterra conocería al poeta Philip Sydney.
Entre 1582 y 1585 dio a luz sus escritos más importantes, a saber, "De umbris idearum", "La cena de las cenizas", "Del universo infinito y los mundos", "Sobre la Causa, el principio y el uno" y "Los furores heroicos". En 1586 enseñó Filosofía en la Universidad de Wittenberg. En los años siguientes viajó por diversos países protestantes, sin dejar de escribir. Llegó a demostrar que el Sol era más grande que la Tierra, lo cual en su tiempo constituía una de las mayores herejías, pues se estimaba que el Sol era más pequeño y daba vueltas alrededor de la Tierra, considerada ésta el centro del universo.
En 1590 Giordano Bruno se alojó en los Conventos de las Carmelitas de Francfort y Zurich, donde escribió los poemas que se le conocen. Regresó a Italia al año siguiente, llamado a impartir clases privadas por el noble veneciano Giovanni Moncenigo, el cual le traicionó y le entregó a la Inquisición, que le acusó de herejía y blasfemia Dos años después fue trasladado a los calabozos del palacio del Santo Oficio en el Vaticano, donde permaneció encerrado durante ocho años, hasta que, tras sumarísimo y ridículo juicio dirigido por el déspota cardenal jesuita Roberto Belarmino, fue sentenciado a morir vivo en la hoguera. La sentencia, ordenada por el controvertido papa Clemente VIII, se ejecutó vilmente el 17 de enero de 1600, en Campo di Fiori, Roma. Famosa se hizo la frase que dirigió al tribunal que lo condenó: "Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla". Además de ser excomulgado, sus trabajos fueron públicamente devorados por las llamas. Empero no solamente fueron pasto de las llamas los trabajos de Giordano. También -y eso durante siglos, desde la quema de la antigua biblioteca de Alejandría- fue destruido todo libro científico y, por añadidura, todo escrito que no estuviera acorde con las pervertidas ideas de quienes inmerecida y férreamente dictaban y dirigían, contra la voluntad del pueblo, los asuntos humanos.
Instigador asimismo del proceso contra Galileo, el polémico Roberto Belarmino, comparado en maldad con aquel Torquemada que experimentaba morboso placer recreándose en la tortura y lenta ejecución de quienes bajo cualquier pretexto culpaba de herejes, fue increíble y paradójicamente premiado, por su aniquiladora labor del verdadero saber y por su profunda demostración de odio hacia la humanidad inocente, con el título de la santidad. No faltan teólogos de prestigio que aduzcan que el proceso de canonización de Belarmino fue el mayor error que cometió Pío XI en toda su vida y que tal proceso debiera ser revisado, del mismo modo que debiera ser restaurado, mediante firme, audible y universal decreto, el honor de Giordano Bruno. Pero fue tímidamente y de pasada que el papa Juan Pablo II se atrevió a pedir ligeras excusas por el deplorable crimen que cometieron sus antepasados.
Giordano Bruno escandalizó a la Iglesia de su tiempo no solamente a través de sus insólitos pero acertados escritos sobre el movimiento de los astros, la pluralidad de los sistemas solares y otros estudios probadamente científicos y de un razonamiento sin precedentes, sino que además cuestionó las doctrinas eclesiásticas y el propio cristianismo, el cual consideró absolutamente irracional y contrario a la sabiduría natural y profunda de los grandes maestros de la filosofía, algunos de cuyos enunciados descubrió que fueron transcritos literalmente a las páginas del Nuevo Testamento. En su opinión, algo que se aceptaba por credulidad ciega como el cristianismo no podía tener sólida base científica. Giordano terminó por rechazar toda forma de cristianismo.
La Ciencia, en la persona jurídica de la NASA, ha reconocido la gran labor de Giordano Bruno y le ha querido rendir el perpetuo homenaje de bautizar con su nombre un destacado cráter de la Luna. El pueblo de Torremolinos también rinde tributo a este gran buscador de la verdad y le ha dedicado una calle en la Urbanización La Leala, junto a El Pinillo. Y sirvan estos versos que el genial italiano dedicó "A las más virtuosas y gentiles damas" como colofón de esta crónica: "…En tierra sois cual en el cielo estrellas. / Vuestra belleza, oh damas soberanas, / no puede ni quiere mi rigor prender, / que no aspira a especie sobrehumana… / El ingenio, las palabras / y cuanto dicta mi pluma como alcanza, / pongan a vuestros pies desvelos y arte".