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Curioso Empedernido

Caídos del pedestal

Idealizar a cualquiera puede llegar a cegarnos y hacernos perder el buen sentido, y terminar haciéndonos sufrir, e impidiéndonos ver quienes somos

  • Juan Antonio Palacios. -

Mientras estoy escribiendo en esta pantalla en blanco del ordenador, cada segundo que pasa, cada minuto que transcurre, cada hora que dejamos atrás y cada día que quitamos del calendario, las cosas y las personas están cambiando, y hay quienes se elevan ante nuestros ojos y otros que se caen del pedestal.

Idealizar a cualquiera puede llegar a cegarnos y hacernos perder el buen sentido, y terminar haciéndonos sufrir, e impidiéndonos ver quienes somos y quienes son realmente a quienes tenemos en esa especie de altar fuera de la realidad.

El gran peligro del culto a algo o alguien es despersonalizarse y quedarse sin la propia identidad, por la vía de un vinculo de sumisión y devoción, y al mantener a los ídolos o las iconos en los pedestales, llegamos a preguntarnos ¿Quiénes somos nosotros?

Los momentos de la historia que están en manos de las nuevas tecnologías y circulamos y nos comunicamos a través de las redes sociales, permanecemos aislados en medio de la humanidad y estancados en nuestra mismidad, y nos olvidamos de descubrir la verdad creando falsos mitos e ídolos que subimos a pedestales con bases de arena.

Es bueno y saludable identificar, valorar y resaltar las cualidades positivas de aquellos con quienes compartimos nuestras vidas, pero es altamente perjudicial autoengañarnos y caer en la trampa de colocar siempre a quienes nos rodean en una posición superior y de dominio, porque terminaremos perdiéndonos en la nada sin descubrir quien, cómo y para qué estamos aquí.

A veces nos confundimos y no logramos saber cuando estamos fabricándonos un gran engaño, y es muy positiva la sensación que nos produce tener un alto concepto de otros, admirar sus virtudes y sentirnos afortunados de que se haya cruzado en nuestro camino, pero sin olvidarnos que como nosotros y el resto de los mortales es humano y por lo mismo tiene también sus defectos e imperfecciones, sino estamos asistiendo a una gran mentira.

Hemos de aprender a aceptar a los demás con sus cualidades positivas y sus defectos negativos, con sus luces y sombras, sin necesidad de subirlos a un pedestal del que se caerá más temprano que tarde., ni quedarnos estancados en un disfraz de admiración que es solo fanatismo, y nos impide razonar con claridad y sin ser rehenes de situaciones y personajes falsos, que nos dejan encerrados en una maldición sin fin.

Nuestra sociedad de la propaganda, es especialista en crearnos necesidades artificiales y personajes que suben y bajan con la rapidez de aparatos ultrasónicos, y tendemos a dejarnos llevar por quienes nos eclipsan y nos cegamos ante la realidad que circula ante nuestros ojos, impidiéndonos expresar nuestro criterio y discrepar, sin ver los montajes de este gran teatro del engaño.

Debemos estar siempre dispuestos a moldearnos, ejercitar nuestra salud mental y convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos., sin necesidad de subirnos a tribunas y pulpitos para dejar fascinados a la gente y que los demás nos admiren.

Nuestra solidez de ideas debe mantenernos con claridad para darnos cuenta que a menudo vivimos más dentro de nosotros que hacia fuera, y podemos crearnos en un cielo el mejor de los mundos, repleto de ángeles, o el peor de los infiernos con demonios por todas partes.

Entre pedestales y poner los pies en suelo firme, tenemos una gran necesidad de estar a nuestro aire, sin que nadie nos obligue lo que tenemos que hacer.

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