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Aparatos electrónicos con fecha de caducidad

Consumidores y expertos, cuestionan la existencia de la llamada "obsolescencia programada", una estrategia, ¿o no?, para incentivar el consumo.

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 "Los aparatos de hoy en día ya no duran como antes". Es una frase recurrente que, sin embargo, empieza a calar entre consumidores y expertos, que se cuestionan la existencia de la llamada "obsolescencia programada", una estrategia, ¿o no?, para incentivar el consumo consistente en fijar la vida útil máxima de un producto muy por debajo de lo que podría durar en realidad.

La directora del Centro de Electrónica Industrial de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), Teresa Riesgo, cree firmemente en la existencia de esta obsolescencia ya que, "la tecnología que hay detrás de ella es muy sencilla".

Con sólo implementar en el aparato un contador, ya sea físico mediante un chip o intangible como una aplicación informática, el fabricante puede determinar el número de horas que el producto debe funcionar, las hojas máximas que debe imprimir, o las horas de conversación que debe mantener un móvil antes de averiarse.

Además, según Riesgo, este contador puede determinar que el producto se averíe al llegar al límite fijado o, incluso, que el deterioro sea progresivo.

"Se puede programar una obsolescencia progresiva, que cuando el aparato llegue al límite, empiece a funcionar con una tasa de fallos más elevada", ha explicado la catedrática.

Esta caducidad planificada afecta sobre todo a la electrónica de consumo y la informática. Cada dos años, un habitante de los países desarrollados cambia de móvil, mientras que la vida media de los ordenadores se ha reducido de seis a dos años desde 1997 hasta nuestros días, según coinciden diferentes encuestas de consumo.

El ordenador de sobremesa de Pedro Gómez, un profesor de investigación y divulgador del CSIC, es un claro ejemplo: se ha averiado un año y medio después de comprarlo.

Pese a ello, Pedro Gómez se define como un "agnóstico" de la obsolescencia programada. "No me consta que exista, pero no pondría en absoluto la mano en el fuego por asegurar lo contrario, aunque no es necesaria para aumentar el consumismo", ya que, en su opinión, las empresas disponen de otros mecanismos muy eficaces, como la mercadotecnia.

Sin embargo, Pedro Gómez también apunta hacia otras causas de las averías como la complejidad mayor de los sistemas electrónicos o el "cambio de prioridades" de los fabricantes, que dan prioridad al diseño por encima de la fiabilidad, la mejora del proceso de fabricación o de la calidad de los materiales.


LA CADUCIDAD DE LAS BATERÍAS


En el mundo de la electrónica, la batería es uno de los mejores candidatos para estropearse.

Pese a los avances tecnológicos de los últimos años, los mayores productores se ven obligados con frecuencia a retirar del mercado artículos con baterías defectuosas, tras las quejas de las organizaciones de consumidores, como FACUA, que en más de una ocasión ha pedido que se investigasen los continuos casos de defectos en baterías.

Los expertos coinciden en que el deterioro de una batería debe ser progresivo. En este sentido, Teresa Riesgo cree que "es evidente que la obsolescencia se aplica a las baterías" porque "es muy raro" que de un día para otro necesite recargarse con mucha frecuencia.

Esta "muerte súbita" de las baterías es la que impulsa a muchos consumidores a reclamar en contra de uno de los principales fabricantes de teléfonos móviles a nivel mundial, cuyas baterías aguantan entre 200 y 300 ciclos de carga, lo que se traduce en una vida media no superior a dieciocho meses.

Según Pedro Gómez, experto en este tipo de elementos, "baterías y dispositivos electrónicos han ido creciendo en espiral, en paralelo, cada uno empujando al otro a desarrollarse más" por lo que los requerimientos de energía de los nuevos dispositivos electrónicos provocan que las baterías siempre sean insuficientes, pese a los progresos que ha habido en su campo.

Este crecimiento en espiral también se aplica a los ordenadores: los nuevos programas consumen la capacidad conquistada por los avances de los componentes.

La reducción en el ciclo de vida de los productos conlleva que se multipliquen las compras de aparatos nuevos para sustituir al que "ya no sirve".

Móviles y ordenadores son los productos que más reemplazamos. Cada año se venden más de mil millones de teléfonos móviles en el mundo, mientras que dos de las principales consultoras que analizan el mercado de los ordenadores, IDC y Gartner, han pronosticado que en 2011 se venderán más de cuatrocientos millones de ordenadores, casi un 5 por ciento más que el año anterior.

Además creen que esta cifra continuará aumentando a un ritmo vertiginoso, al menos hasta 2014.

Las principales empresas de electrónica de consumo se muestran reacias a manifestarse sobre este asunto. Según el departamento de atención a los medios de Apple, dicha compañía "no tiene una postura sobre este tema porque no le concedemos importancia a ese tipo de especulación".

Philips también ha rechazado comentar este asunto, pero ha subrayado que sus productos "están basados en criterios de calidad y en las necesidades del consumidor".


OTRAS ESTRATEGIAS


Pero la caducidad planificada no es la única de las estrategias de las empresas para aumentar su número de ventas; dificultar la reparación es otra de ellas.

Conocidas marcas de portátiles y teléfonos inteligentes han aplicado en sus productos tácticas como tornillos cada vez más diminutos y con diferentes cabezales, esqueletos que no se pueden abrir para acceder a los componentes y baterías prácticamente imposibles de sustituir.

Los consumidores han empezado a reaccionar a este usar y tirar tecnológico. En California, el estudiante de ingeniería informática Kyle Wiens ha publicado un "Manifiesto por el derecho a reparar los dispositivos de bolsillo", en el que reivindica que todos los consumidores tengan acceso fácil, universal y económico a las piezas necesarias para arreglar sus dispositivos.

Asimismo ha puesto en marcha una página que ofrece piezas e instrucciones de reparación para arreglar todo tipo de dispositivos electrónicos.

En España no abundan las iniciativas de este tipo. Sin embargo, la ley vigente (47/2002) obliga a los fabricantes a proporcionar piezas de sustitución a sus clientes.

Concretamente, la norma establece que el productor garantizará "el suministro de piezas de repuesto durante un período mínimo de cinco años, a contar desde la fecha en el que el producto deje de fabricarse".

Además, las reducciones drásticas del precio de la electrónica de consumo y su continuo progreso dificultan encontrar repuestos en el mercado y encarecen las reparaciones.

Según ha denunciado Teresa Riesgo, "estamos quitando de en medio cosas que con un poco de buena voluntad habríamos reparado".

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