La vida, queridos amigos/as, jamás promete amor eterno y es difícil entender que nuestra estancia en este mundo sea circunstancial. Es un proceso arduo el asumir la soledad que deja cualquier ser querido, por muy acompañado que nos sintamos; cuando nos falta alguien, es como si una parte de nosotros también hubiese marchado, y dicho vacio, aunque se irá minimizando y llenando con el paso del tiempo, siempre dejará ese hueco que lo hará sempiterno. La grandeza de aquellos que marchan radica en su propia estancia en este mundo y será parte de un legado forjado a través de los años: el amor, la pasión, la entrega, etc., dejando un mundo peor para aquellos que daban sentido a esta vida.
Lo sé, es una putada nacer con esa premisa pero es la vida que tenemos, y hasta el momento, viene con fecha de caducidad; no nos queda otra. Lo cierto es que dicha ausencia pasa por diferentes estadios que cada cual estructura en diferentes etapas: negación, enfado, negociación, miedo o depresión y aceptación, pero dicha estructura no dejan de ser parte de una realidad que cada uno vive a su manera y, dependiendo de cómo asumamos dicha perdida, de las circunstancias, de la gente que nos rodea, etc., así procesaremos mejor o con más dificultad las ausencias.
Parece fácil, pero enfrentarnos a ello es el mayor de los desafíos, y, ¡joder! todos de una u otra manera tendremos que pasar por ello, y el tiempo es el mayor de sus aliados y ya sabéis que no podemos pararlo. Los profesionales en esta materia hablan del duelo, ese espacio en el que nos hacemos conscientes de la pérdida de un ser querido, y suele ser de los momentos más dolorosos de nuestras vidas, dado que estamos tan centrados en vivir que nos olvidamos de que la muerte es parte inherente de la propia vida; siendo el final de una etapa que debemos entender, que particularmente, ni entiendo, ni quiero, ni me apetece entender, es algo impuesto, que nos toca la “razón”.
Cuando algo viene así de fábrica, sólo nos queda aceptarlo, asumirlo y reportar aquellos momentos que tuvimos, que vivimos y que guardaremos para nosotros, manteniéndolo como aliado en el devenir de nuestra historia. No os confundáis, tengo claro que disfrutar de esta vida con sus controvertidas circunstancias es un privilegio, pero no me negaréis que morir es injusto, y nacer es sólo parte de esa injusticia que aún nos queda por vivir. Vivamos y llevemos con nosotros a aquellos que formaron parte de nuestra vida.